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Vecinos de Entre Ríos no ven beneficios en planta de urea

Tras una bulliciosa inauguración en 2017, la Planta de Amoniaco y Urea (PAU) se paralizó en 2019. El pasado 6 de septiembre, el Gobierno reanudó las operaciones de la megafactoría instalada en el Chapare cochabambino. Los habitantes de Entre Ríos, que pasaron de la esperanza a la decepción por el proyecto, hoy no ven beneficios directos en la generación de empleos ni el progreso de su municipio.

“A nivel local, Entre Ríos, casi en nada nos beneficia la planta; sólo con fertilizantes que se usan en pocas cantidades para la agricultura. Al momento de la construcción, hubo empleo para muchos del interior, pero una vez que se concluyó no hubo ningún cambio. Ahora, en la capital del municipio, las calles no están asfaltadas, las obras siguen en ejecución y no hay alcantarillado”, dice el vecino Marcial Claros Córdoba.

Radica en Entre Ríos hace más de 30 años y vio cómo se construyó, inauguró y cerró la planta. “Yo creo que hay decepción, pero no se atreven a decirlo por cuestiones políticas”, apunta Claros desde la región tropical donde está ubicada la planta de amoniaco y urea, que recientemente reanudó operaciones después de casi dos años de paralización.

La construcción del proyecto petroquímico más grande del país comenzó en 2012 en la localidad de Bulo Bulo, en el municipio chapareño de Entre Ríos. Cinco años después, la planta fue inaugurada con el objetivo de impactar en la agricultura con la producción de fertilizantes.
Trabajadores de la Planta de Urea y Amoniaco en la implementación del proyecto.
Foto: Archivo/ Página Siete

Desde que inició sus operaciones, la megafactoría fue cuestionada por generar pérdidas económicas al Estado debido a las diversas paralizaciones, sumadas a su ubicación, además del limitado mercado interno y externo para los fertilizantes.

La última paralización de la PAU fue en diciembre de 2019 y se extendió hasta principios de este septiembre, lo que generó pérdidas de 428 millones de dólares, según datos del Viceministerio de Comunicación. Se estima que la planta retiró al 84% de sus trabajadores en este tiempo.

Sin trabajo ni esperanza

Carolina M., de 24 años, es militante del Movimiento Al Socialismo (MAS) desde su adolescencia. Recuerda que la noticia de que una “gigante obra” se iba a construir en su municipio le despertó esperanza. Imaginaba que ése sería su primer trabajo y que tendría oportunidades de crecer profesionalmente.

“Todos hablaban de la planta de urea. Con mis amigos y compañeros decíamos que nos íbamos a presentar a la planta para que nos den trabajo. Yo estaba ilusionada”, cuenta Carolina. En 2016 salió bachiller y luego estudió secretariado ejecutivo en un instituto de Ivirgarzama.

“La gente de acá no tiene muchas opciones para su preparación profesional. Si alguien quiere salir adelante tiene que irse a estudiar a Cochabamba o Santa Cruz”, explica.

Cuenta que antes y después de la inauguración de la factoría en Entre Ríos hubo diversas convocatorias para trabajo. Solicitaban, sobre todo, mano de obra masculina; pero ese factor no le impidió presentar sus papeles pese a la casi nula experiencia laboral que tenía entonces.

“Estaba muy ilusionada con trabajar en la planta. Me decía que como era un proyecto del MAS, que estaba en mi municipio, con más razón nos considerarían para los empleos, pero no pasó eso. Yo estaba dispuesta trabajar hasta en la cocina, pero nada. No conozco a ningún vecino o amigo que trabaje allí”, afirma. Actualmente, Carolina trabaja en una tienda y anhela abrir su propio negocio en Santa Cruz.
El municipio de Entre Ríos tenía 7.500 habitantes en 2012, según el censo de ese año.
Foto: Municipalidad Entre Ríos

Hubo demanda temporal

Marcial Claros recuerda que cuando empezó la construcción de la planta de urea, en Bulo Bulo hubo demanda de trabajadores, lo que generó empleo y movimiento en el comercio. Sin embargo, luego de la inauguración en 2017 sólo buscaban profesionales especializados y con experiencia en ingeniería y ramas similares.

“En el momento de la construcción de la planta hubo empleo para muchos de la zona y del interior del país, pero una vez que se terminó no hubo cambios ni progreso en el municipio. Ahora sólo contratan a gente profesional y a extranjeros”, afirma.

Lamenta que en la planta, incluso para trabajos no especializados, prefieran contratar personal de Cochabamba y Santa Cruz antes que gente del municipio de Entre Ríos. “De 10 trabajadores, quizás uno o ninguno del lugar trabaja allí; ni siquiera como obreros o en limpieza”, indica.

Según Claros, algunos habitantes de su municipio no están conformes con la planta porque no les beneficia. Sin embargo, callan cualquier crítica debido a que es un proyecto del MAS.

“La planta no es del gusto de todos los vecinos. Hay observaciones, no están conformes, pero no lo dicen por el ámbito político para no dañar al Gobierno nacional y es que pertenecen al instrumento político”, dice.

La Planta de Urea y Amoniaco de Bulo Bulo está a 286 kilómetros de Cochabamba y a 191 kilómetros de Santa Cruz. La factoría tiene dos entradas. La primera o antigua está una zona poblada, pero alrededor de la segunda, que es la actual vía de acceso, existen pocas viviendas, la más cercana está entre 150 y 200 metros de la petroquímica.

No hay negocios, tiendas ni pensiones cercanas y la circulación vehicular es casi nula cotidianamente en la zona.

Página Siete se contactó con la presidenta del Concejo Municipal del municipio de Entre Ríos, Marleny Avilés (MAS), para conocer el trabajo de fiscalización y los beneficios que dio la planta a su región. Sin embargo, la concejala después de escuchar la consulta colgó el teléfono y no atendió más a las llamadas.

La megapetroquímica

La Planta de Amoniaco y Urea demandó una inversión de 953 millones de dólares mediante un crédito del Banco Central de Bolivia. Tiene una capacidad de producción de 700 mil toneladas de fertilizante por año.

Cuando se inauguró, en 2017, el principal comprador era Brasil con 277.539 toneladas, seguido de Argentina con 103.725, Paraguay con 27.952, Uruguay con 13.008 y Perú con 4.068. Antes de la paralización de producción, la PAU tenía contratos pendientes con el primer país.

La planta paralizó sus operaciones en noviembre de 2019, después de los conflictos postelectorales y durante el gobierno de Jeanine Añez.

La Dirección de Desarrollo Industrial, Energía e Hidrocarburos de la Gobernación de Cochabamba, con base en inspecciones e información facilitada por YPFB, estableció en un informe:

“En los meses de noviembre y diciembre de 2019 se realizó un paro programado por saldos críticos de químicos en stock de la planta y almacén de urea, que estaban al límite de su capacidad debido a los conflictos. Una vez solucionados estos factores externos se procedió a cumplir con los requerimientos de despacho de urea acorde a lo almacenado”.

Sin embargo -añade el reporte- no se iniciaron las operaciones debido a que cayeron los procesos de contratación de suministro de urea formaldehido químico, un componente importante para la producción del fertilizante y por el cambio de personal en la administración. Durante ese tiempo, la PAU retiró al 84% de sus trabajadores y dejó de abastecer a los mercados nacionales e internacionales. El 6 de septiembre pasado, el presidente Luis Arce reinició las operaciones de la PAU y aseguró que la paralización generó un daño de 428 millones de dólares y que su reactivación demandó 53 millones de dólares.

“Yo creo que hay decepción entre los habitantes de Entre Ríos, pero no se atreven a decirlo por cuestiones políticas”.

Marcial Claros

428 MM

de dólares de pérdida significó la paralización de casi dos años de la Planta de Amoniaco y Urea, según información del Gobierno.

“Ya hay gente que está estudiando. Para entrar a la planta se necesita experiencia; allí no es para aprender, sino para trabajar”.

Elmer Rojas, alcalde

Pagina Siete