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Mendoza: “Soy inocente, lo que me han hecho es una jugarreta”

“No soy culpable y prefiero seguir en Palmasola antes de inculparme falsamente e ir a un juicio abreviado”, dice Alcides Mendoza Masaví. Este abril, el exunionista cumplirá 10 años de encierro preventivo, acusado de proveer armas al grupo de Eduardo Rózsa. Asegura que “vive un calvario judicial que le ha costado todo”. Para su hijo, la mayor pérdida es el tiempo que su familia está separada.

Mendoza y Juan Carlos Guedes son los últimos presos por el caso. Hace 10 años, ambos fueron traídos maniatados a La Paz, acusados de proveer armas para el supuesto alzamiento terrorista y, después de pasar por varios centros penitenciarios del país, hoy están en Palmasola, mientras sigue el juicio en el que esperan “probar su inocencia”. Han presentado su caso ante la CIDH.

“Fui incriminado por una foto de Carnaval en la que los extranjeros salen detrás de mí”, afirma hoy Alcides Mendoza. “Sólo fui intermediario de un arma de colección que vendió Guedes”, asegura.

El 28 de abril de 2009 -12 días después del fatal asalto en el Hotel Las Américas- un grupo de hombres de civil interceptó a Mendoza en la avenida Virgen de Cotoca de Santa Cruz. Sin ninguna explicación fue subido a golpes a un coche sin placas. Ahí, cuenta, estaban Jorge Santiesteban y Wálter Andrade, miembros de la disuelta Unidad Táctica de Resolución de Crisis (UTARC).

Alcides llegó a La Paz al día siguiente, maniatado y con los ojos pegados con cinta de embalaje. “Hay muchas cosas que nos hicieron y que me he callado para no dañar a mi familia”, dice.

Juan Carlos Mendoza se enteró del arresto por el noticiero. Incrédulo, tomó un taxi para ir a la habitación donde vivía su padre con la esperanza de encontrarlo allí, pero él no estaba. “Cuando vi las imágenes de mi padre llegando a La Paz, encintado como el peor criminal y cómo al bajar del vehículo cae de rodillas… le pegué al llanto sin parar. Desde esa noche no volví a dormir en calma”, cuenta.
Mendoza y Guedes, los do últimos presos por el caso.
El Deber

En La Paz, junto a Guedes, Alcides Mendoza permaneció en celdas judiciales hasta las primeras semanas de mayo, cuando por motivos de salud se instruyó su detención domiciliaria en Santa Cruz. En octubre de 2009 fue trasladado al penal de San Pedro, donde permaneció cuatro años, hasta 2013, cuando llegó al penal de Palmasola, en Santa Cruz.

“Desde que han restringido el ingreso a Palmasola -ahora las visitas son sólo jueves, sábado y domingo- se nos ha complicado ver a mi padre, comenta Juan Carlos. De su encierro en La Paz volvió con problemas del corazón e hipertensión, además está mal de la rodilla y debe ser operado. Como el régimen penitenciario no puede darle las condiciones necesarias, hemos pedido varias veces la cesación de su detención preventiva, pero la rechazaron”, dice el primogénito.

Este abril se cumplen 10 años de lo que Juan Carlos y sus hermanas, Daniela y Marioli, califican como “calvario judicial” de interminables audiencias, en las que a veces sólo se leen números telefónicos.

“Este es un caso político, armado para desbaratar el movimiento autonomista y lo peor es que lo han logrado. El único delito de mi padre fue ser un autonomista, un luchador, nunca fue un terrorista”, afirma Juan Carlos.

“Ernesto Suárez se ha callado, igual que Rubén Costas y un montón de gente. Todos han desaparecido del lado de mi padre cuando más los necesitó, nos hemos quedado solos”, comenta el hijo de Alcides desde el puesto de empanadas que tiene con su esposa en Santa Cruz.

Asegura que la vida para su familia cambió de la noche a la mañana. “Dentro la cárcel todo es caro, desde la comida y los medicamentos hasta el alquiler. Pero más allá del dinero lo que no tiene precio es el tiempo que mi padre no está con nosotros y ya son 10 años”.

Juan Carlos recuerda ese abril, cuando vio a Alcides detenido, maltrecho y con marcas moradas en el cuerpo; dice que ese dolor no se olvida. “Hace unos siete años me hubiera encontrado aún desecho. Aún no hemos podido recuperarnos como familia, pero estamos unidos y mi padre está seguro de que la verdad saldrá a la luz pronto”, sentencia.
Juan Carlos y su esposa en su puesto de venta.
Leny Chuquimia/ Página Siete

Testimonio

Alcides Mendoza, preso por el caso Rózsa.

“Eduardo Rózsa era un infiltrado”

Creo que este caso va a acabar cuando dé una respuesta la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos), que admitió la demanda porque halló nueve faltas de lesa humanidad cometidas por el Gobierno.

Muchas veces me han presionado para que acepte culpabilidad y vaya a un juicio abreviado a cambio de mi libertad. Vinieron y ofrecieron casa, dinero; pero yo no puedo aceptarlo porque lo que han hecho es una jugarreta. Me han dejado sin nada, he perdido mi patrimonio y el de mis hijos. Soy inocente y prefiero seguir aquí (en Palmasola) antes de inculparme falsamente.

Ni cuando fue el Papa a Palmasola fuimos aislados. Soy católico, para mí era un sueño verlo y hasta eso me han quitado. Nunca hice daño a nadie, al contrario. Construir es la mentalidad con la que planteamos la autonomía; nunca terrorismo.

El Gobierno envió a Rózsa, era un infiltrado. Se sacaba fotos con todos. ¿Qué terrorista haría eso? Ahora a nadie le importa los que estemos presos.

Pagina Siete