Zvonko: “No debemos dejar de indignarnos por tantos abusos”
Zvonko habla mucho aunque no arriesga demasiado. No dice si le gustaría ser líder político, si se proyectará como candidato en algún momento, tampoco si irrumpirá en el poder para cambiarlo todo. No dice lo que se espera y por el contrario, lanza la demoledora afirmación: “No soy un hombre libre”.
Zvonko Matkovic tiene 40 años y ha pasado casi la cuarta parte de su vida en tres cárceles de Bolivia. Fue acusado de apoyar a aquel grupo “separatista que quería dividir al país a través de una célula terrorista que buscaba matar al presidente”. Aunque realmente los delitos de los que se defiende actualmente son “terrorismo y alzamiento armado”.
Matkovic fue aprehendido cuando tenía 31 años y estuvo con detención “preventiva” durante ocho. Pidió defenderse en libertad tantas veces que ya perdió la cuenta. “Más de 20”, dirá. Todos los intentos le fueron negados. Todos menos el último.
Zvonko salió de Palmasola el 19 de marzo de 2018, justo el día en el que cumplió ocho años de detención sin sentencia.
Recluido en su casa
La sala tercera del Tribunal de Justicia de La Paz determinó otorgarle medidas sustitutivas porque evaluó algo que el Tribunal Primero de Sentencia, que lleva el caso, nunca quiso oír: su crítico estado de salud.
Zvonko tenía la pierna izquierda con poquísima movilidad producto de no haber hecho un solo día de fisioterapia luego de una operación a la que se sometió el año 2017. Además, empezó a presentar graves complicaciones por una vértebra desplazada que auguraba una necesaria operación de columna vertebral.
El régimen penitenciario no tuvo condiciones reales para asistirlo luego de la operación de rodilla y admitió no contar con la capacidad de hacerlo ahora. Por eso y sólo por eso lo dejaron volver a casa.
En audiencia, una de las muchas del juicio que continúa.
Las restricciones de Matkovic aún son bastantes: está custodiado 24 horas al día y no puede trabajar porque necesita un permiso especial para cada salida de su vivienda. Además, debe presentarse a firmar todos los viernes en dos lugares distintos y asistir infaltablemente a todas las audiencias de su juicio.
“Necesito permiso especial hasta para ir a misa”, cuenta y agrega que a pesar de conseguir autorización, no consigue salir porque desde el penal no le mandan las escoltas necesarias. “Se supone que el permiso es una orden que debe cumplirse, pero no siempre sucede”.
Además de toda esta rigidez en cuanto a desplazamiento, Zvonko ha tenido que presentar dos garantes que han comprometido sus bienes en caso de que él se fugase. Pero a pesar de todo esto, Zvonko ya está en casa y esto ha devuelto el sosiego a su familia.
“La estructura está podrida”
El 21 de mayo del año 2018, el Tribunal 12 de Sentencia de Santa Cruz condenó al exfiscal Marcelo Soza a 12 años de prisión por los delitos de concusión y uso indebido de influencias.
Soza fue quien investigó el caso de supuesto terrorismo y con su sentencia quedó demostrado que la exautoridad aprovechó su cargo en el Ministerio Público para aprovecharse de quienes investigaba. Soza extorsionó a varias personas implicadas para “sacarlas” del caso.
“Lo de su hijo es fácil porque no es nada, yo soy el único que puede sacarlo de esto. O sacarlo o pedir la pena máxima”. Eso le dijo el exfiscal al padre de Zvonko para pedirle 50.000 dólares y prometerle que “todo se solucionaría rápido”.
“Primero le pidieron 50.000 dólares a mi padre, luego apareció el abogado personal de Soza y pidió 90.000 más. Después dos enviados nos pidieron 200 mil y a estos últimos no se los ha querido ni investigar. ¿Cómo puede ser esa acusación legal?”, pregunta irónicamente Zvonko.
A pesar de evidencias como ésa de la manipulación del proceso, la investigación de Soza continúa siendo la estructura sobre la que se sustenta el denominado caso Terrorismo.
Es su firma la que mantiene a los acusados. Es la base para mantener un juicio que lleva casi una década y que aún tiene en prisión a Alcides Mendoza y Juan Carlos Guedes.
No hay sentencia, pero tampoco libertad para los acusados. Zvonko asegura que la única salida que espera el tribunal es el “desgaste” de los acusados en la prisión y que esto los lleve a declararse culpables a través de un juicio abreviado. Por eso enfatiza lo que viene afirmando hace años:
“No me voy a declarar culpable por algo que no hice. Si lo hago, limpiaría a toda esa gente que se aprovechó de mí y mi familia. Les estaría diciendo que todos estos años que me tuvieron en prisión estuvieron bien. Eso no va a suceder y, por el contrario, va a quedar demostrado que lo que hicieron con nosotros fue un abuso de inicio a fin”, reitera.
Esa capacidad de indignarse
Zvonko acaba de dejar la segunda vicepresidencia del Comité Pro Santa Cruz, cargo que asumió aun estando recluido en Palmasola. El comité para él es la institución más honorable del departamento, por eso la experiencia le resultó gratificante. “Sentir el cariño de la gente fue muy lindo”, dice al respecto.
Aunque su accionar fue casi simbólico, debido a que nunca asistió siquiera a una reunión de directorio, asegura que consiguió posicionar nuevamente el caso Rósza en la cabeza de la gente y recordarle que aún hay personas detenidas ilegalmente por esa causa.
“No me cabe en la cabeza que la gente no tenga permanentemente el caso de supuesto terrorismo presente. No me cabe en la cabeza que dejen de indignarse y que se naturalice todo lo que ha sucedido”, asegura.
El paso de Zvonko Matkovic por el comité cívico dejó en evidencia su liderazgo y aunque desde afuera en muchos ámbitos su nombre se asocie con lucha, él no anuncia su proyección como líder; por el contrario, afirma convencido: “Soy por ahora sólo un espectador”.
Pagina Siete