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A virus revuelto ganancia de charlatanes: mentira del dióxido como cura de covid

“Tomé dióxido de cloro”, afirmó arrinconado por las cámaras David Choquehuanca, vicepresidente de Bolivia. La confesión la hizo al comenzar 2022, casi un año después de la llegada del primer lote de vacunas al país y después de haber sido criticado por varios sectores por no haber dado el ejemplo de vacunarse antes. Aún así, antes de poner el brazo para el pinchazo, se organizó una ceremonia con tres amautas que armaron un sahumerio con incienso para purificarlo.

Unos días después, el 9 de enero, Evo Morales, expresidente boliviano, exhortó a sus compatriotas a vacunarse, pero también les recomendó el dióxido. “Hay que acudir a los centros de vacunación. Es importante esta campaña, no puede faltarnos en la casa ivermectina y, con recomendación médica, dióxido de cloro y nuestras hierbas medicinales que nos ayudan”, dijo.

No existen estudios científicos confiables que recomienden el dióxido de cloro como cura o prevención para el infame virus. Ésta es una sustancia -cuya fórmula química es ClO- usada para purificar agua en grandes volúmenes o para blanquear papel y en ciertas concentraciones puede ser peligrosa para consumo humano. Hay varios casos documentados de las muertes que la sustancia ha causado.

En 2009, una mujer mexicana murió en las Islas Salomón tras consumir dióxido de cloro para intentar prevenir la malaria. En 2020, un niño y un hombre de 50 fallecieron en Argentina tras ingerir la pócima. Y en 2021 un conocido activista antivacunas austríaco murió tras contraer covid e intentar tratarla exclusivamente con dióxido de cloro.

Contra la evidencia

Desde hace más de una década se ha vendido dióxido de cloro (subrepticia e ilegalmente en algunos países) como supuesta panacea para curar todos los males, incluidos el autismo, el cáncer y el sida. Hasta 2020, su venta se promocionaba entre pequeños nichos digitales, muchos de ellos vinculados a una iglesia. Sin embargo, con la llegada de la pandemia de Covid-19 y de la incertidumbre que trajo, los mercaderes vieron río revuelto para sacar ganancias más sustanciosas.
La pandemia incrementó la demanda del dióxido de cloro sin base científica.

Esta investigación periodística colaborativa y transfronteriza encontró que existen vínculos entre la iglesia que promovió originalmente el ClO2 y una multifacética organización llamada Coalición Mundial de Salud y Vida (Comusav), un grupo que aprovechó las demoras de las vacunas y los temores que hay entre la gente frente al virus para sacar provecho económico. Con base en estudios clínicos cuestionados y testimonios lacrimógenos, Comusav montó una exitosa y relativamente sofisticada campaña de desinformación.

La alianza periodística desarma, pieza por pieza, la campaña de desinformación que les terminó dando credibilidad ante miles de incautos, puso en riesgo la salud porque instaba a no vacunarse, y llegó hasta abrirles las puertas de congresos latinoamericanos, a crearles una ley en Bolivia y conseguir la donación de un edificio en México.

Aunque los mercaderes mayores del dióxido de cloro (entre ellos el más notable, Andreas Ludwig Kalcker, de ciudadanía alemana) digan que quieren salvar vidas, la evidencia que halló este equipo muestra que estarían más interesados en su salvación económica, hinchando sus arcas con las ventas de la sustancia y el material promocional.

El “obispo” y Comusav

Andreas Ludwig Kalcker es un alemán que se presenta como biofísico, aunque, según medios que hacen parte de esta alianza, obtuvo su diploma en la Open University of Advanced Sciences, una universidad naturista acusada de vender títulos por internet. En 2003, Kalcker publicó el libro La salud es posible, en el que planteo el uso de dióxido de cloro como panacea, aunque ya desde antes, como “obispo” de la iglesia G2C, vendía la sustancia, por lo que fue acusado en España y otros países.

Cuando la iglesia G2C estaba en desbandada, Kalcker buscó otra organización para impulsar el negocio. Corría mayo de 2020 y la pandemia del Covid-19 se extendía por el mundo dejando miles de víctimas. La perplejidad de la gente, sin cura a la vista, era el ambiente perfecto para revivir la venta del CDS. Sus videos se hicieron populares en redes sociales. Sus peroratas plagadas de términos médicos contrastaban con la cautela con la que los científicos de verdad contaban los hallazgos sobre el virus.

Ese momento, a Kalcker lo contactó el excoronel Guillermo Tamayo, un militar retirado ecuatoriano, fundador de la Coalición Mundial de Salud y Vida (Comusav) interesado en distribuir el dióxido de cloro.

En América Latina

Con sus cables bien conectados a la Comusav, Andreas Kalcker y sus aliados se han hecho la América. La cadena que empezó el militar retirado ecuatoriano en su país pronto extendió un brazo en Bolivia.

En mayo de 2020, cuando la Covid-19 arrasaba en el Beni, allí viajó una comitiva de médicos solidarios para reemplazar a los colegas que estaban enfermos. Entre ellos iba Patricia Callisperis. Ella convenció a otros doctores de que el dióxido curaría el virus y empezó a administrarlo.

Jorge Gómez, médico que en ese momento era el director del Servicio Departamental de Salud (Sedes) del Beni, contó el costo del experimento: “Le pedimos a la doctora que se retirara del hospital porque había mucha gente intoxicada o que moría porque abandonaba su tratamiento tras ingerir dióxido de cloro”, dijo. “No sabemos cuánto impacto causó realmente el CDS porque no se hacían autopsias (…) pero sostengo que esa mezcla fue muy perjudicial para la población que entiendo estaba desesperada”.

A principios de julio, Comusav Bolivia presentó un proyecto de ley para que se autorizara el uso de CDS, y en octubre había conseguido que fuese ley.

Desde julio de 2020, ya la camarilla del Comusav había comenzado a conseguir aliados políticos en la región como el legislador ecuatoriano Eliseo Azuero, ahora prófugo de la justicia, acusado de quedarse con el dinero que iba para la construcción de un hospital.

Este frente unido con el que Comusav llegó a estos congresos a principios de la pandemia atravesó una crisis en febrero de 2021, cuando los líderes de la organización de Bolivia, Perú, Argentina, Chile, Costa Rica y Guatemala anunciaron la creación de una nueva organización: la Comusav América.

Según explicó Luis Revollo, presidente de Comusav Bolivia, “estábamos buscando hacer ciencia. (Kalcker) se fue con Karla Revollo (ahora directora de comunicaciones del Comusav de Kalcker) para buscar plata. Nosotros cobramos el curso si mal no recuerdo, 100 bolivianos (14 dólares). Ellos cobraban 800 o 1.000 bolivianos (116 a 145 dólares) la charla de Andreas”.

Así que, tras esa fecha, Comusav es realmente dos organizaciones: Kalcker está detrás de la Comusav Mundial, que centró sus operaciones en México, Colombia, España y la comunidad hispanoparlante de EEUU mientras que los países firmantes de la carta se organizaron en la nueva Comusav América. De todos modos la nueva Comusav sigue vendiendo dióxido de cloro y critica a la Comusav de Kalcker por hacer lo mismo. Ambas organizaciones siguieron buscando entrar a congresos latinoamericanos y lo lograron en México, Colombia, Argentina y otros países.

Sobre esta estrategia, Kalcker dijo que “son planes globales de muchos miles de médicos de tener un antídoto y herramienta universal médica para la población, y los pobres sobre todo, y no son locales” y que esto era parte de un deseo de “darle a la humanidad salud, mejor calidad de vida dejando así mi legado”.

Pero adelante van los falsos hallazgos científicos allanando el camino de la legitimidad del dióxido de cloro. Atrás van sus organizaciones, si es que así se puede llamar cada grupo que montan con unas cuentas en redes sociales o en chats, una página web y, a veces, una cara visible como presidente.

Estas organizaciones, como muestra esta investigación, van abriendo puertas para conseguir guiños cómplices en la política, autorizaciones para ensanchar el negocio y hasta bendiciones de obispos católicos.

Esta investigación es parte de la serie Mentiras Contagiosas, un trabajo coordinado por el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística – CLIP en el que participan Chequeado de Argentina, Bolivia Verifica de Bolivia, Aos Fatos de Brasil, Colombiacheck y Cuestión Pública de Colombia, Efecto Cocuyo de Venezuela, Agencia Ocote de Guatemala, Animal Político de México y El Detector de EEUU.

La iglesia que tenía el dióxido de cloro como sacramento
Desde 2006, el estadounidense Jim Humble promovía el dióxido de cloro como solución para todos los males. Había escrito un libro y montado múltiples empresas, con diferentes resultados, para impulsarlo. En 2010 se encontró con su compatriota Mark Grenon, a quien tampoco le iba tan bien en sus emprendimientos de iglesias en República Dominicana.

Ahí fue cuando juntaron sus empresas semifallidas y fundaron una iglesia que distribuía dióxido de cloro como sacramento. La bautizaron Genesis II Church of Health and Healing (o la Iglesia Génesis II de Salud y Sanación, a veces abreviado como G2C) y montaron su sede en Barahona (República Dominicana). La G2C prosperó, vendió cursos para obispados a 1.700 dólares. A cambio, los obispos podían ordenar a “pastores de la salud” y usar el nombre de la iglesia para difundir el mensaje del dióxido de cloro y, por supuesto, participar de las ventas.

A los seis años, los dos falsos profetas se separaron comercialmente, al parecer por desavenencias sobre cómo repartir las ganancias, que entonces aún eran relativamente magras. En sus múltiples libros y conferencias, Humble se identifica como el creador de la fórmula original del brebaje químico al que llamó Miracle Mineral Solution (MMS), pero quien se quedó con la iglesia al final fue Grenon, quien después de la pandemia vio cómo creció su negocio, según documentos judiciales de una acusación posterior en Estados Unidos.

En 2021, Bloomberg publicó una nota sobre el origen y el fin de esta iglesia que les estaba generando miles de dólares a sus fundadores.

La FDA de Estados Unidos, que autoriza la ventas de medicamentos y alimentos, venía reiterando desde 2010 que la solución mineral era peligrosa y que no estaba aprobada para uso médico. También advirtió que venderla con ese propósito no estaba permitido. La Policía de Florida arrestó en julio de 2020 a dos hijos de Grenon que le ayudaban en el negocio.

Según información del banco Wells Fargo en el juicio, Mark Grenon y sus tres hijos pasaron de registrar ingresos por 32.000 dólares en diciembre de 2019 a 123 mil en marzo de 2020, cuando empezada a conocerse el virus letal.

Comusav se refuerza con edificios donados y recitales a favor del C1O
En México, en febrero de 2021, un empresario líder del Frente Nacional Anti-AMLO, Pedro Martín, invitó a Kalcker a la ciudad de Francisco I. Moreno, en el estado de Coahuila, donde el Alcalde ha promocionado el uso de CDS como remedio. Martín, además, prometió donar un edificio a Kalcker en la ciudad de Torreón,

El 13 de noviembre de 2021, otro empresario, Moisés Rosado, a través de su asociación Obra Libre de Adicciones, donó a Comusav un edificio en Zapopan, en el estado mexicano de Jalisco, con la promesa de que allí se abrirá primer Centro de Investigación Kalcker en América Latina. La fundación se encuentra “en remodelación”, aunque en el edificio ya una farmacia vende el dióxido de cloro para uso medicinal.

En Colombia, la llave del Legislativo se las abrió un representante a la Cámara del partido evangélico Colombia Justa Libres, Carlos Eduardo Acosta, que permitió que el 9 de diciembre de 2021 varios representantes de los capítulos de Ecuador y Paraguay de Comusav participaran en una sesión que pretendía cuestionar la iniciativa de exigir carnet de vacunas.

En Argentina, Francisco Sánchez, un diputado nacional por Neuquén del PRO (partido de derecha), aparece como uno de los líderes de Comusav en ese país.

Otros impulsores del Comusav y de los inventos de Kalcker han organizado conferencias en Guatemala (a donde pusieron a dar testimonio de la milagrosa solución al alcalde de Guastastoga), ofrecieron un gran concierto de Artistas Unidos por la Vida en Guadalajara y pidieron audiencias para promulgar la riesgosa pócima en Costa Rica.

Hasta en Estados Unidos, con la prohibición que allí pesa sobre el uso medicinal del dióxido de cloro, el vendedor Ricardo García registró la marca del OCLO 3000 bajo su empresa OCLO LLC y comenzó a venderlo hasta que las autoridades le ordenaron dejar de hacerlo.

Al tiempo, desafiando la prohibición legal de vender dióxido de cloro como medicina en EEUU, la propia Comusav creó redes en Telegram destinadas a cautivar estadounidenses con el dióxido de cloro y había conseguido enganchar a más de 50.000 hasta diciembre de 2021.
Una alegoría sobre el negocio
de Comusav.
Foto: Bolivia Verifica

300%
SUBIERON
los ingresos de Grenon
por ventas de C10 cuando
comenzó la pandemia de covid.

En Beni, había mucha gente intoxicada o que moría porque dejaba su tratamiento tras ingerir dióxido

Jorge Gómez, médico

Son planes globales de tener un antídoto y herramienta universal médica para la población

Andreas Kalcker

Fuente: PAgina Siete

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