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«Salíamos de las trincheras gritando Viva Bolivia, mueran los pilas»

Testimonios de la Guerra del Chaco, las historias continúan Absalón Rivera Blacut, el último guerrero de Villazón.

VILLAZON.- Lejos de las grandes ciudades de Bolivia, en el extremo sur del mapa se encuentra la población fronteriza de Villazón, sus calles de tierra cambiaron, ahora son pavimentadas, existe mucho comercio, no era para menos porque a pocos metros está la línea fronteriza con la Argentina.

El frío es crudo, por la época, la vieja estación del ferrocarril permanece intacta, al igual que el puente sobre el río que naturalmente divide ambos países hermanos. A pocos metros del lugar, en el denominado sector de la terminal se encuentra ubicada la sede de la Federación Provincial de Excombatientes de la Guerra de Chaco, una persona trabaja como secretaria, pero no fue habida en el lugar, luego entendimos el motivo que en principio causó sorpresa y tristeza.

Resulta que en la población de Villazón existe con vida un benemérito de la Patria, no es de sorprenderse, porque la mayoría de ellos superan los 95 años de vida. Absalón Rivera, era el nombre de referencia que recordaban los amables habitantes de la población fronteriza.

Sin duda resultó ser un personaje muy querido al que en pocos minutos tendríamos la suerte de conocer en una vieja casona, alejada del bullicio de un mundo agitado y presuroso que ya no hace un alto para mirar atrás y recordar a sus héroes.

Ubicar la casa del benemérito no fue muy difícil, en el pueblo todos se conocen y mucho más a nuestro personaje.

Apoyado por un bastón, con mucha dificultad para caminar y con el rostro visiblemente cansado por el paso del tiempo, se presentó la figura de Absalón Rivera, sus ojos nunca dejaron de mirar hacia el frente, tomó asiento en la sala de su casa, apoyó su bastón en las piernas, tal vez como lo hizo hace muchos años con su fusil.

El frío invernal y al estar dos desconocidos frente a frente congeló en un principio la conversación. Hace tiempo y por las tantas entrevistas realizadas perfectamente se comprende que los ancianos son muy desconfiados.

Las nietas de Absalón, ayudaron a romper el hielo, además de una estufa que rápidamente fue encendida para calentar el ambiente.

A diferencia de otros entrevistados y por primera vez tropezamos con un verdadero problema comunicacional, el benemérito por su avanzada edad había perdido casi por completo su capacidad para hablar.

Lo que debería ser una larga entrevista como muchas otras, se convirtió en un silencio frustrante que hasta se podía escuchar la respiración del último guerrero de Villazón.

Los ojos de aquel hombre brillaron y un gesto de coraje, desafiando a su propio cuerpo empezó a pronunciar algunas palabras, claro estaba que Absalón Rivera quería contar su verdad, quería ser oído, deseaba con el corazón que su historia sea conocida por Bolivia.

De esa forma se inició una conversación muy pausada y hasta especial, fue como armar un rompecabezas en el aire, pero al final después de muchos minutos se había construido una corta pero linda historia de otro valiente soldado boliviano que al llamado de su Patria se presentó en un cuartel y armado de valor fue al Chaco a vencer o morir, además de escribir su propia historia hasta ahora desconocida.

Absalón nació el 22 de junio de 1915, en Nazareno, Provincia Sud Chichas, sus padres fueron Moisés Blacut e Isidora Rivera .Luego de la guerra se casó con Severina Soza Yáñez y tuvieron una bella hija llamada Betty Rivera Soza, la cual le dio 4 hermosos nietos: Nelson, Martín, Yandira e Isabel De La Quintana Rivera.

Se desempeño como Juez Agrario en toda la Provincia Modesto Omiste, con el tiempo se fueron a vivir a la ciudad de La Paz y ya en su senectud volvió a Villazón cuando falleció su esposa y lamentablemente también le tocó vivir la muerte de su única hija. Su residencia actual sigue siendo Villazón en la cual vive con sus nietas que retornaron para cuidarle, y gracias a Dios goza de buena salud.

TESTIMONIO

En 1930, conocí el Chaco con mi padre que era hijo de un alemán y estudió en Inglaterra la profesión de Ingeniería de Minas. En el Chaco vimos como el petróleo era llevado a la Argentina a escondidas por la empresa Stardar Oil Compañy, eso fue denunciado al gobierno.

Yo tenía 19 años cuando me presenté al cuartel en la población de Tupiza, me incorporaron al Destacamento 322, caminando nos llevaron al Chaco, pasando por Sococha, Fulario que era un puesto militar donde estaban reclutando a los campesinos, luego llegamos a Quebrada Onda, Campos de Tajsara hasta llegar a Tarija.

Seguimos la marcha llegando a Villamontes y pasando en canoas el río Pilcomayo, hasta llegar a la zona de operaciones, donde me incorporaron al Regimiento Lanza 5 de Caballería.

Los disparos eran a diestra y siniestra era una orden terminante luchar y morir por la Patria, con ese lema los soldados bolivianos llenos de coraje y valor salíamos de las trincheras al asalto gritando «Viva Bolivia, mueran los pilas».

Con mi regimiento defendimos los sectores petrolíferos de Caicandia, Caipipendi.

Recuerdo que hubo una gran batalla en el asalto y la retoma de Tarairí, Charagua y Casa Alta, combates en los cuales hubo muchos muertos paraguayos y gracias a Dios en mi regimiento hubo pocas bajas de soldados que murieron por las balas del enemigo.

Al ver caer muerto a un soldado boliviano no se podía hacer nada y teníamos que pasar por encima de su cadáver y seguir combatiendo por nuestra Patria. Pero, otros bolivianos murieron por el clima, porque en el Chaco la temperatura era de 45 grados centígrados bajo la sombra, la insolación era otro adversario que muchos compatriotas no pudieron vencer y quedaron muertos en los campos de batalla.

Pero, muchos bolivianos preferíamos morir a balazos antes que caer por la insolación o la falta de agua y sacábamos fuerzas de donde no había para seguir combatiendo hasta derramar la última gota de sangre de nuestros cuerpos desnutridos.

Lamentablemente, cuando estaba en campaña caí enfermo y por mi malogrado estado de salud fui evacuado en primara instancia a un hospital de Villamontes y posteriormente hasta Tarija. En el hospital conocí al Cnl. Dr. Isaac Mardoqueo Salomón, quien resultó ser hijo de un alemán.

Nunca olvidaré lo que me dijo: «Tú, Absalón, yo Salomón, hijo de paisano»; con ese doctor hicimos una linda amistad el tiempo que estaba enfermo.

El 14 de junio de 1935, llegó el cese de hostilidades, la guerra se había terminado por el agotamiento del combustible humano que alimentaba la hoguera bélica. A los tres meses me dieron de alta del hospital y me mandaron a Tupiza, donde el 30 de septiembre de 1935 me dieron mi licenciamiento con el grado de cabo.

Hace poco se recordó el cese de hostilidades y aún recuerdo que fue una guerra amarga, una experiencia dolorosa, una muestra de heroísmo inútil, porque luchamos tanto, para que por un tratado el Paraguay se quedara con gran parte del territorio en disputa, pero me reconforta el sentido del deber cumplido.

Ahora con más de nueve décadas de vida, me siento cansado, pero siempre con el mismo entusiasmo de seguir luchando por mi querida Bolivia, me siento feliz por haber ayudado a muchos de mis camaradas, y luego a su viudas para que gocen de su renta vitalicia, mientras desempeñé el cargo de presidente de la Federación Provincial de Excombatientes de la Guerra del Chaco de Villazón.

Los beneméritos de la Patria merecen gratitud y respeto de su pueblo….

BENEMERITO

Había concluido una linda e inusual conversación, nuevamente el silencio cae como un manto sobre el guerrero. Faltaba aún tomarle algunas fotografías, el flash de la cámara rompe el silencio, Absalón nuevamente nos mira fijamente, trata de colocarse en una posición erguida, nos regala su mejor perfil, mientras que las nietas se movilizan rápidamente y regresan cargadas de las medallas de guerra que orgullosas guardan.

Empiezan a colgar cada una de las medallas en el pecho de su abuelo con mucho cariño y afecto, como si lo prepararan para su último desfile. «Ahora sí le puede sacar más fotos» me dice una de las nietas.

De repente aparece un fusil y cinturón (balero), entonces nuestro guerrero es armado para la foto de la posteridad, no podía faltar su calatrava (gorro). Era como volver 75 años atrás y ver al joven guerrero listo para partir al frente de batalla, pero ahora era un nonagenario hombre que aún tiene la fuerza necesaria para sostener un fusil.

El momento más emotivo de aquella tarde fría, fue la despedida y cuando una de las nietas con voz fuerte le dijo: «Firme soldado». Entonces Absalón Rivera juntó los talones de las piernas, sacó el pecho, nos miró fijamente, alzó su mano derecha, juntó y estiró los dedos de su mano y con total solemnidad llevó la diestra a la sien.

Nos saludó como hace 75 años, nos dio el adiós con mucho civismo. El corazón de aquel hombre aún se agita cuando recuerda la Guerra del Chaco, una guerra que para él aún está por terminar con el último suspiro.

Por: Marco A. Flores Nogales – Periodista
Publicado en el periódico La Patria
el 1 de agosto de 2010

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