
Sequías y heladas destruyen cultivos con pérdidas totales; se prevé desabastecimiento
“Se ha perdido todo. Hemos llorado con nuestro cultivo. Todo está muerto”, lamenta Cirilo Gonzales, ejecutivo de la Federación Sindical Única de Comunidades Agrarias del Radio Urbano y Suburbano de El Alto (Fesucarusu). “No sólo es acá, así están todas las provincias del altiplano paceño”, advierte.
$!El forraje para los animales ya debería pasar el metro de altura, pero apenas brotó.
El forraje para los animales ya debería pasar el metro de altura, pero apenas brotó. Fredd Ramos / Página Siete
Desde hace meses, sequías y heladas azotan al occidente del país, causando pérdidas totales en los cultivos de diferentes comunidades. Productores, organizaciones sociales y centros de apoyo advierten un alto riesgo para la seguridad alimentaria, pues prevén desabastecimiento.
“Estamos haciendo estimaciones con base en las zonas en las que trabajamos. Las pérdidas en la producción de papa, en la campaña agrícola 2022-2023, serán de entre el 40% al 50%. En la quinua se espera una baja del 70% al 80%, igual que en la cañahua, la zanahoria, haba y cebolla”, indica el director del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca), Regional Altiplano, Freddy Villagómez.
Advierte que aunque ya hay precios altos y escasez en los mercados, aún no se llegó a una crisis alimentaria. “Esto se va a sentir recién en la época de cosecha, entre mayo y julio, cuando habrá menos producción.
Una sequía que no da tregua
A poco más de una hora de la Ceja de El Alto, por la carretera a Copacabana, está la Comunidad Villa Andrani, una de las regiones agrícolas que permanece intacta en pleno corazón del Distrito 9 de la joven urbe. En el lugar las casas aún son dispersas y lo que predominan son las parcelas y espacios de pastoreo vacuno.
“Somos como 200 familias que vivimos de la siembra. Algunos se dedican sólo a esto y otros a la lechería. Pese a la sequía hemos tratado de recuperar la papa, pero la semana pasada llegó la helada y arrasó con todo. Llegó dos días seguidos. Aunque lloviera ya está lastimado, no va a levantarse”, lamenta el dirigente de la comunidad, Cleto Condori.
Mientras toma de un surco una pequeño brote que se ve verde, éste se deshace entre sus dedos cual ceniza. “Todo se ha quemado”, sostiene mientras trata de escarbar en el surco. “Esto deberíamos estar cosechando para el Carnaval, pero no ha producido nada”, dice mientras saca de la tierra una raíz vacía, en la que no creció ni un solo tubérculo.
Las primeras alertas de la sequía en el país llegaron en mayo de 2022, al finalizar la campaña agrícola 2021-2022. No empezó en el occidente, sino en Cochabamba. Sacaba fue el primer municipio en declarar emergencia por la falta de agua. Desde entonces el panorama sólo ha empeorado.
“Es la peor sequía y la más prolongada que hemos visto”, sentenciaba el viceministro de Defensa Civil, Juan Carlos Calvimontes, cuando en diciembre, desde todo el occidente, advertían la falta de las lluvias que debieron llegar en septiembre.
“Ha habido varios eventos climáticos adversos en el altiplano. En octubre y noviembre hubo una sequía muy fuerte que se extiende hasta ahora. Muchas familias ya no sembraron, otras lo hicieron en suelo seco, sufriendo pérdidas, y otras esperaron a las lluvias para una siembra fuera de época. Para diciembre y enero, hubo heladas… la del 13 de enero fue la más fuerte. Lo poco que hasta eso había sobrevivido se quemó por completo. No hay lluvias para que se pueda recuperar algo”, dice Villagómez.
Los reportes recogidos por el Cipca muestran un panorama desastroso. Una postal que fácilmente coincide con la petición de declaratoria de zona desastre hecha al Legislativo por el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu.
Por el cambio climático y el fenómeno de la Niña, en el municipio de San Pedro de Totora se llegó a registrar temperaturas de -5.2°C a 24°C en un mismo día. Localidades como Cañaviri, en Viacha, se enfrentaron a vientos huracanados que superaron los 40 kilómetros por hora y una radiación solar extrema que superó los 1.700 W/m2, además de granizadas torrenciales y heladas fuera de época.
A lo largo del altiplano, cuando ya habían emergido los cultivos de papa, quinua, cañahua, cebada, avena y alfalfa -con las lluvias de finales de diciembre- la helada acabó con todo.
En el municipio de San Andrés de Machaca, en La Paz, el 13 y 14 de enero, la helada afectó al 95% y 90% de los cultivos de papa y cebada. En Calamarca, el mismo evento afectó los cultivos de papa, quinua y cebada en 85%, 90% y 50%, respectivamente. Mientras que en San Pedro de Totora, en Oruro, el daño fue al 90% de la papa y granos andinos. Comunidades de Chuquisaca reportan pérdidas del 100%
“Todos estamos igual, en varias zonas no tendremos ni para nuestro consumo. Con qué vamos a alimentar a nuestras familias, en las ciudades ni siquiera hay trabajo”, cuestiona Condori.
“Es la peor sequía y la más prolongada que hemos visto”, sentenciaba el viceministro de Defensa Civil, Juan Carlos Calvimontes, cuando en diciembre, desde todo el occidente, advertían la falta de las lluvias que debieron llegar en septiembre.
“Ha habido varios eventos climáticos adversos en el altiplano. En octubre y noviembre hubo una sequía muy fuerte que se extiende hasta ahora. Muchas familias ya no sembraron, otras lo hicieron en suelo seco, sufriendo pérdidas, y otras esperaron a las lluvias para una siembra fuera de época. Para diciembre y enero, hubo heladas… la del 13 de enero fue la más fuerte. Lo poco que hasta eso había sobrevivido se quemó por completo. No hay lluvias para que se pueda recuperar algo”, dice Villagómez.
Los reportes recogidos por el Cipca muestran un panorama desastroso. Una postal que fácilmente coincide con la petición de declaratoria de zona desastre hecha al Legislativo por el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu.
Por el cambio climático y el fenómeno de la Niña, en el municipio de San Pedro de Totora se llegó a registrar temperaturas de -5.2°C a 24°C en un mismo día. Localidades como Cañaviri, en Viacha, se enfrentaron a vientos huracanados que superaron los 40 kilómetros por hora y una radiación solar extrema que superó los 1.700 W/m2, además de granizadas torrenciales y heladas fuera de época.
A lo largo del altiplano, cuando ya habían emergido los cultivos de papa, quinua, cañahua, cebada, avena y alfalfa -con las lluvias de finales de diciembre- la helada acabó con todo.
En el municipio de San Andrés de Machaca, en La Paz, el 13 y 14 de enero, la helada afectó al 95% y 90% de los cultivos de papa y cebada. En Calamarca, el mismo evento afectó los cultivos de papa, quinua y cebada en 85%, 90% y 50%, respectivamente. Mientras que en San Pedro de Totora, en Oruro, el daño fue al 90% de la papa y granos andinos. Comunidades de Chuquisaca reportan pérdidas del 100%
“Todos estamos igual, en varias zonas no tendremos ni para nuestro consumo. Con qué vamos a alimentar a nuestras familias, en las ciudades ni siquiera hay trabajo”, cuestiona Condori.
Mientras toma de un surco una pequeño brote que se ve verde, éste se deshace entre sus dedos cual ceniza. “Todo se ha quemado”, sostiene mientras trata de escarbar en el surco. “Esto deberíamos estar cosechando para el Carnaval, pero no ha producido nada”, dice mientras saca de la tierra una raíz vacía, en la que no creció ni un solo tubérculo.
Las primeras alertas de la sequía en el país llegaron en mayo de 2022, al finalizar la campaña agrícola 2021-2022. No empezó en el occidente, sino en Cochabamba. Sacaba fue el primer municipio en declarar emergencia por la falta de agua. Desde entonces el panorama sólo ha empeorado.
No se trata sólo de la papa
“En nuestros distritos 9, 10 y 11, no sólo tenemos agricultores sino productores lecheros y en el Distrito 13, familias que viven de la crianza de camélidos. Ahora ya hay una crisis de forraje, porque la siembra no funcionó como esperábamos”, dice Gonzales.
Y es que no se trata sólo de la producción de la papa o los granos, se trata de toda una cadena que, de no haber mejoras en la situación, empezará a fallar.
“La papa es lo más visible, pero se trata de mucho más. Sólo en mi comunidad, a diario, entregamos 300 litros de leche a la PIL; sin forraje esa cantidad bajará, no sólo en mi comunidad, sino en todas las regiones lecheras. Si la leche merma, también habrá una escasez de sus derivados como el queso, la mantequilla, yogur y otros”, dice Condori.
La afectación es también para el ganado y la producción de carne del altiplano, tanto de res como de cordero y llama. A ello se suman las hortalizas.
Si bien Santa Cruz lleva la delantera en la producción de alimentos como carne, soya, arroz y caña de azúcar, en el campo de las hortalizas, el 70% de la producción del país se da en los valles y el altiplano.
“Hay muchos alimentos que ya no van a llegar a los mercados”, advierte Condori.
Ante esta situación, en los centros de abasto, los vendedores prevén que se tenga que depender de las importaciones de alimentos de Perú. Sin embargo, Villagómez indica que la situación es la misma en toda la región y que si bien Perú se preparó mejor para la sequía, su producción disponible será menor.
Ante la falta de ayuda, sólo quedan los abuelos y sus ritos
Hace un par de meses, cuando las lluvias ya llevaban tres meses de retraso los abuelos de la Comunidad Villa Andrani, emprendieron el viaje a la Cumbre. La ayuda de las autoridades era escasa e insuficiente y para ellos no hubo más salida que acudir al ajayu de la lluvia que, según dicen, reposa en las aguas de tres lagunas.
No cualquiera puede acercarse a éstas porque, por el favor, si no se pide permiso, suelen cobrar una vida. Aunque son tres lagunas sólo una atrae las lluvias, las otras atraen el granizo y la helada. “Son rituales de los que mi abuelo me hablaba. Cuando los tíos han ido, nosotros hemos esperado en la comunidad con ofrendas y esperanza. A su vuelta se hizo una huajta y dos horas después la lluvia llegó. No podía creerlo, empecé mi siembra tardía y la papa brotó rápido, pero no duró mucho, porque llegó la helada y la lluvieros se fueron nuevamente”, cuenta Condori.
Desde el inicio de la sequía las comunidades de diferentes puntos del altiplano iniciaron una serie de pedidos de auxilio a las autoridades, no todos fueron respondidos.
“Desde la Alcaldía (de El Alto) nos han mandado camiones cisterna y tanques a los distritos agricultores, pero ya era tarde y no se logró abastecer la emergencia. Algunas semillas se han muerto dentro del surco”, reprocha Gonzales. “La ayuda que nos dieron no fue suficiente”.
En distintos municipios, Villagómez vio medidas similares; entrega de tanques, cisternas o microfilm para crear reservorios. No hubo resultados porque no había medidas que resolvieran el problema.
“Es muy poco lo que el Estado hizo. Éste es un tema estructural, tiene que ver con cosechas de agua, construcción de represas, reforestación. Urgen acciones para la adaptación al cambio climático y la resiliencia de las familias campesinas, pero el Estado no las hace. Sólo reacciona ante la emergencia, cuando la cuestión ya está arruinada”, sostiene con pesar.
Con estas falencias, a los campesinos sólo les queda acudir a sus apus, achachilas y a Dios. En distintas regiones están saliendo a los cerros a rezar para pedir agua.
Los productores y las organizaciones sociales piden declaratoria de emergencia
“La sequía ha dejado sin agua a nuestros cultivos y ganados. Los comunarios están siendo castigados, no podemos esperar, pedimos la declaratoria de emergencia y zona de desastre”, señala el representante del Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (Conamaq), Ramiro Cucho.
El 24 de enero, junto con una comitiva de autoridades originarias, llegó hasta la Plaza Murillo para pedir a la Asamblea Legislativa Plurinacional declare estas alertas en la región andina de Chuquisaca, La Paz, Cochabamba, Oruro y Potosí.
“A través de los ministerios se debe crear proyectos para mitigar los efectos del cambio climático por los que estamos atravesando. Nos preocupa que el efecto sea el desabastecimiento de alimentos”, advierte.
Su pedido no es aislado. Desde Ferucarusu El Alto, Gonzales hace el mismo llamado a las autoridades municipales, para que la declaratoria permita el uso de recursos y la realización de acciones urgentes.
“Estamos pidiendo la declaratoria de emergencia a nuestro gobierno municipal. Es algo urgente, porque el ganado come al día y los productores lecheros están en una situación crítica”, explica el dirigente.
Hasta diciembre de 2022, el departamento con más municipios afectados por la sequía era Chuquisaca. Allí 21 municipios se declararon en emergencia ante la sequía que empezó en mayo de 2022 y aún no cede.
Desde el Viceministerio de Defensa Civil, se estima que en los municipios de Yamparáez, Tarabuco, Tomina, Padilla y Azurduy la sequía se mantenga hasta marzo de 2023.
En Cochabamba, el municipio de Anzaldo reportó 1.131 familias damnificadas por la sequía y otras 365 en Arani, por las heladas. En contraposición, otras 581, en Sacabamba, fueron damnificadas por riadas.
“Necesitamos acciones urgentes para proteger la seguridad alimentaria de nuestros pueblos y el país entero”, asevera Cucho.
Respuesta inmediata contempla 200 pozos
El ministro de Desarrollo Rural y Tierras, Remmy Gonzales, indicó que frente a fenómenos climáticos, en 2022 el Gobierno destinó 122 millones de bolivianos en el marco del Plan Plurinacional de Respuesta Inmediata a la Sequía. Entre las acciones estratégicas está la dotación de agua por camiones cisterna y la perforación de pozos en las zonas afectadas.
Dijo que, en el transcurso de los siguientes tres meses (hasta marzo de 2023), se perforarán y entregarán más de 200 pozos de agua subterránea en distintas comunidades. Se priorizan las más afectadas.
“Se han mandado camiones cisterna y se han entregado tanques de agua a varios municipios, para que puedan abastecerse de agua y poder almacenar este vital líquido” acotó.
Hasta diciembre de 2022, se atendió a 23.000 familias con la entrega de semillas. Esta acción se hizo para aprovechar las primeras lluvias, pero en muchas regiones éstas fueron insuficientes.
Según la rendición de cuentas de este ministerio, realizada el jueves pasado, en 2022 el Programa Nuestro Pozo alcanzó a ejecutar el 99,68% del presupuesto anual. Éste era de 67,15 millones de bolivianos.
“Esto se materializa en la construcción de 234 sistemas de agua a nivel nacional, beneficiando con dotación de agua para consumo humano y producción agropecuaria a 14.824 familias productoras del área rural, también a sus 440.985 cabezas de ganado y con el potencial de atender a 3.461,4 hectáreas de riego”, se detalló.
Fuente: Pagina Siete