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Sergio Ramírez: “Robar elecciones, quedarse en el poder, eso es populismo, eso es autoritarismo”

Es premio Cervantes, premio Alfaguara y uno de los escritores más reconocidos del habla hispana. El nicaragüense Sergio Ramírez es también un exiliado del gobierno autoritario de Daniel Ortega. Desde septiembre del año pasado radica en España y desde allá alza su voz para denunciar a los gobiernos autoritarios de la región y para promover los valores democráticos.

Lo paradójico de Ramírez es que fue también un exiliado de la dictadura de Anastasio Somoza, que apoyó la revolución sandinista liderada por Daniel Ortega, que luego fue su vicepresidente y que, tras un intento por llegar a la Presidencia de Nicaragua por la vía de las urnas, retomó su actividad literaria y se convirtió en un referente.

Su novela Tongolele no sabía bailar, que desde el humor denuncia las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua durante el levantamiento de 2018, irritó tanto al régimen de Ortega que sacó una orden de detención en contra del escritor.

Ramírez, en esta entrevista con Página Siete, se posiciona contra los populistas autoritarios, en contra de los prorroguistas, de los que se abstienen frente al ataque de Rusia a Ucrania. Y critica a Evo Morales por enarbolar un discurso “lleno de telarañas” frente al conflicto bélico.

¿Cuánto tiempo lleva fuera de Nicaragua y cómo está fuera de su país?

Yo salí de Nicaragua en mayo del año pasado hacia EEUU para un tratamiento médico; estando allá recibí las noticias de que las cosas están empeorando en Nicaragua. Mi mujer y yo nos fuimos a Costa Rica y en Costa Rica vino la prohibición de la entrada de mi libro a Nicaragua, mi novela Tongolele no sabía bailar, y luego vino la orden de detención contra mí, emitida por la Fiscalía. Entonces yo tenía un viaje planeado a España para presentar la novela y ya nos quedamos aquí, escogimos España como lugar de residencia y aquí estamos desde septiembre.

Usted ya fue un exiliado durante la dictadura de Somoza, y paradójicamente ahora le toca enfrentar una situación similar con Ortega. ¿Cómo se siente al respecto?

Pisando terreno conocido, tenemos que hacernos a la idea de que la historia de América Latina en alguna manera es cíclica y que los episodios se repiten aunque sea muchos años después. Cuando uno llega a cierta edad, espera, como un remanso en la vida, quedarse en su casa, rodeado de sus libros, dedicarme a lo que yo sé hacer que es la escritura. Y de repente fui arrancado de ese hábitat, de manera tan violenta y lanzado hacia el exilio junto con miles de compatriotas, que seguramente estarán en una situación peor que la mía. Yo puedo valerme a través de la escritura, tengo un espacio propio a través de la escritura, pero hay otros que están totalmente desarraigados, desamparados, haciendo grandes filas en la frontera de México con EEUU para conseguir un asilo, atravesando ríos en la noche, sometiéndose a los peligros de los coyotes. Ésta es una gran tragedia para Nicaragua que yo estoy viviendo otra vez. Recuerdo que cuando estuve asilado en la Embajada de México en Nicaragua, en 1978, la embajada tuvo que rentar una casa vecina, a la cual le dio su protección diplomática, para alojar a más de 300 muchachos que habían buscado asilo, porque Somoza era implacable sobre todo con los jóvenes, como lo es esta dictadura que también es implacable con los jóvenes. A veces uno piensa que ya vio esta película, que las imágenes, el sonido y las escenas son las mismas.

¿A qué atribuye la persecución en su contra tomando en cuenta que usted es un escritor y ya no un político activo?

A mi posición crítica. Estar fuera de la política no significa no ocuparse de los temas políticos. Un escritor no puede cerrar los ojos y bajar la persiana y escribir en la oscuridad. Es imposible desentenderse del clamor, de la injusticia, de la opresión. Y en mi última novela, el personaje es un viejo guerrillero en diferentes etapas de su vida; primero es inspector de policía cuando triunfa la revolución, en la que pierde una pierna, recibe una prótesis, luego es investigador privado. Esta novela desemboca en los acontecimientos de abril de 2018, cuando entra en ese escenario contradiciendo entre la realidad y el discurso. La dictadura dice que la represión que dejó más de 400 jóvenes muertos, casi todos por fuego de francotiradores y paramilitares, se trató de un golpe de Estado. Extraño golpe de Estado que se hace en las calles, con gente desarmada y no en los cuarteles. Y, por otro lado, desnuda este carácter raro que tiene el régimen de Nicaragua, que es mágico, esotérico, con sus símbolos de árboles de la vida, estrellas de cinco picos, la mano de Fátima, y aunque desde arriba se practican estos ritos y se los hace públicos, señalarlos con sentido del humor como lo hace la novela, se vuelve un delito. Y es el humor el que más irrita a los tiranos. Las tiranías no son sensibles al humor y lo rechazan y eso es lo que pasa en esta novela.

Usted ha sido invitado a la posesión de Gabriel Boric. ¿Cree que su invitación es un mensaje de Boric para marcar una diferencia con la izquierda de Ortega?

El presidente Boric ya lo dijo desde antes, al señalar como regímenes antidemocráticos al de Nicaragua, al de Venezuela y decir que su gobierno no iba a tener ningún tipo de entendimiento con este tipo de regímenes porque su gobierno iba a defender la democracia. A mí me parece que esto es una especie de bálsamo en América Latina porque entramos en un terreno de una izquierda que quiere ser moderna y no fosilizada como mucha de la izquierda de América Latina que sigue mirando a los años de la Guerra Fría. O si no, veamos hoy mismo la guerra en Ucrania, muchos líderes izquierdistas y pensadores de la izquierda tradicional identifican a Putin con el socialismo, siendo un fascista, y no se detienen a mirar como sí lo ha hecho el presidente Boric, el carácter humanitario que significa alzar la voz en defensa de las víctimas de esta guerra, que están recibiendo bombardeos diariamente, edificios civiles, escuelas, hospitales, guarderías infantiles y eso no se puede ocultar. Una izquierda que no tiene esa sensibilidad humanista ya deja de ser izquierda en los términos en los que yo la concebí siempre y los términos que a mí me animaron a entrar en la lucha para derrocar a Somoza. En ese sentido, yo me identifico mucho con los planteamientos del presidente Boric.
El escritor destaca a la izquierda democrática.
Foto: AFP

El expresidente Evo Morales cree que la guerra es culpa de EEUU y del expansionismo de la OTAN. ¿Cómo ve ese discurso?

Yo comenté las declaraciones del expresidente Morales en un artículo que se publicó en el diario El País, que se llama La izquierda jurásica, porque estas posiciones son pura guerra fría, esas posiciones están llenas de las telarañas antiguas que no dejan ver la realidad tal como es. Lo que está pasando en Ucrania es la agresión de una potencia no tan fuerte como Putin cree, pero sí una potencia con ojivas nucleares al fin y al cabo y grandes armamentos, en contra de un país que sólo defiende su soberanía. Y, a la hora de defender su soberanía, yo me pongo del lado de los que defienden su soberanía y están dispuestos a pagar un precio alto por la defensa de esa soberanía.

Al margen del tema de la invasión a Ucrania, ¿qué otros aspectos diferencian a estas dos izquierdas, si se les puede llamar así, en América Latina?

La propuesta económica y la propuesta social. Una izquierda que piensa que la gran medida debe ser expropiar a los empresarios, que es un planteamiento tan viejo y tan inútil, en lugar de que, como hace el presidente Boric, plantear una reforma fiscal profunda de manera que las obras sociales se puedan financiar a través de una reforma fiscal, ésa es una izquierda responsable, que no está ocultando lo que piensa hacer, que es cobrar más impuestos a los que pueden pagarlos, y no decir vamos a quitar los bienes de producción a los que los tienen para entregarlos “al pueblo” y entonces arruinar la economía, que es lo que pasó en Venezuela. La ruina económica de Venezuela viene por esta propuesta irresponsable, demagógica de que el Estado pueda manejar todo al mismo tiempo; lo que ha ocurrido es una enorme corrupción, que es lo que ha hundido a Venezuela, el surgimiento de grandes fortunas porque en Venezuela están de por medio miles y millones del petróleo que han ido a dar a fortunas que se refugian en los grandes santuarios bancarios en el mundo.

Estos líderes a los que usted nombra han coincidido absteniéndose en condenar el ataque de Rusia a Ucrania. ¿En política internacional y en una invasión como la de Rusia puede haber neutralidad de los países?

Eso proviene de una gran inseguridad política, la gran inseguridad de no poder plantear una voz propia en el escenario internacional y siempre tener el miedo de aparecer alineados con EEUU y con los países europeos, que siguen siendo malditos para la izquierda, son los países a los que siempre se les recuerda las invasiones imperialistas, militares, la colonización de África, el esclavismo. Quien le diga al presidente Sánchez (de España) que es responsable de los atropellos de la Colonia española está buscando refugio en el pasado para no enfrentar las relaciones modernas entre los países. O quien cuestione a Alemania su autoridad para hablar, indicando que en su tiempo Alemania tuvo al régimen nazi… ¿Y? Hoy es un régimen democrático. Entonces, hablando de las perspectivas de la democracia, aquí estamos enfrentando una tendencia autoritaria porque en el mundo, la lucha está establecida hoy entre democracia y autoritarismo, no importa el color de la democracia y no importa el color del autoritarismo.

¿Eso quiere decir que ya no hay izquierdas ni derechas, sino democracias y autoritarismos?

Debe haberlas, en un sistema democrático siempre hay quienes van a pretender ser más conservadores y otros que van a ser más de avanzada, el que decide es el pueblo. Por eso, la alternancia es uno de los requisitos de la democracia, pero un gobierno que llega al poder desde la izquierda o desde la derecha y que trata de destruir la institucionalidad, de falsificar las leyes electorales, de robar las elecciones, de quedarse siempre en el poder, eso es autoritarismo, eso es populismo, como queramos llamarle, pero ya no es democracia.

¿Qué opina usted del proceso boliviano, en el que Evo Morales hizo todo para preservar el poder?

Yo no estoy tan cerca de la política boliviana, sólo puedo expresar mis criterios sobre la democracia. La continuidad en el poder para siempre es uno de los grandes males que nos hereda el autoritarismo, la negación de la alternabilidad en el poder, la falsificación de las reglas políticas electorales para quedarse siempre en el poder, la alteración de las leyes, la manipulación de las instituciones.

¿Por qué cree que la gente sigue votando por este tipo de líderes o es que se manipulan las elecciones?

Son los mecanismos propios de la democracia. Nosotros somos democracias muy jóvenes y hay que entender que la gente vota dentro de las condiciones sociales y económicas y en nuestras sociedades no podemos pedir siempre un voto informado, y no quiero decir que la gente se equivoca al votar, sino que estamos sujetos a los vaivenes de las campañas electorales y el votante a lo mejor no está bien informado o no tiene niveles educativos para estar informado en términos políticos. Eso tiene que ir evolucionando en la medida en que nuestros países van ganando mejores niveles de educación, mejores niveles de ingresos, porque las fuerzas decisivas en los procesos electorales son las clases medias; mientras más fuerte es la clase media más firme es el sistema electoral.

Eso a largo plazo, pero en lo inmediato ¿cómo podrían hacer las fuerzas democráticas, la sociedad civil para luchar contra estos regímenes sin correr el riesgo de ir preso o terminar exiliado?

Las luchas se dan mientras se puedan, y la lucha se da sobre todo por quienes están dentro, quienes estamos fuera sólo podemos apoyar con nuestra voz como lo hago yo, alzo mi voz en defensa de la democracia en Nicaragua, pero es poco lo que puedo hacer. Los regímenes que sólo se basan en la represión para dominar un país y que han perdido los consensos sociales no pueden durar siempre y la misma acumulación del poder es una muestra de debilidad. El poder que necesita más poder y más poder, apoderarse de instituciones, callar las voces, no admitir disidencia, ése es en el fondo un poder muy débil.

¿Cómo ve el futuro de América Latina? ¿Cree que estas fuerzas democráticas pueden ir ganando terreno luego del triunfo de Boric? ¿Qué opina de Petro en Colombia y qué podrá pasar en Brasil?

La perspectiva inmediata es que Petro va a ganar en Colombia, eso lo dicen las encuestas, y a lo mejor gana en primera vuelta porque la gente está cansada del uribismo que ha representado el dominio en el escenario político por mucho tiempo. Lo que quisiera yo es que Petro se acercara más a las posiciones del presidente Boric, que se pudiera hacer una alianza democrática en América Latina. La izquierda no es mala palabra, lo que es mala palabra es la izquierda que no es democrática. En el Brasil puede ser que gane Lula o que gane Bolsonaro, ya Lula gobernó y nadie puede decir que es un presidente antidemocrático, aunque guardo una distancia con algunas de sus posiciones y una de ellas es su silencio frente a la guerra de Ucrania o sus excusas para no pronunciarse frente a la guerra. Pero, si la gente lo elige y él va a gobernar democráticamente, ojalá se apunte también al grupo de esta izquierda democrática que es una gran esperanza para América Latina.

¿Cuándo planea volver a su país? ¿O tendrá que caer Ortega para que eso ocurra?

Los exiliados tienen que tener paciencia, hay que armarse de paciencia, no convertir la nostalgia por el país perdido en un vicio paralizante, sino animar a la gente a hacer cambios, y uno no puede sentarse a llorar a la vera del camino, ni quejarse, sino decir aquí estoy acompañando con mi voz a la gente que lucha por la democracia en Nicaragua. Si mi voz es escuchada en el concierto internacional, yo estoy dispuesto a usar esa voz en beneficio de la democracia en Nicaragua.

HOJA DE VIDA
Sergio Ramírez

Político Luchó contra Somoza y ahora levanta su voz contra Ortega, luego de haber sido parte del proyecto revolucionario.
Escritor Ganó los premios Cervantes, Alfaguara y ahora es columnista de importantes periódicos.

Fuemte: Pagina Siete

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