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Joven con cáncer terminal pide ayuda para sus 3 hijos

Lo que más le entristece a Margarita Ramos, de 25 años, del cáncer de cuello uterino en etapa avanzada que padece es dejar en orfandad a sus tres pequeños hijos, Joselyn de nueve, José Carlos de siete y Miguel Ángel de tres. Razón por la que se aferra a la vida, aunque los médicos la desahuciaron y sólo le recetaron medicamentos para el dolor.

Desde que le diagnosticaron cáncer, la vida de Margarita y su familia se transformó. Antes de su enfermedad, soñaban con comprarse una casa, un auto, pero ahora su realidad es distinta. No tienen dinero para los alimentos, para los uniformes de sus hijos y menos para una casa propia. El reducido cuarto donde viven lo consiguieron por la caridad de una de sus vecinas de la zona de San Miguel de Alpacoma en El Alto, que les cobijó sin cobrarles nada, pero el plazo vece hasta fines de este año.

Perdió su trabajo

Benjamín Pari, el esposo de Margarita, perdió su trabajo como albañil hace mucho, pues está pendiente de su pareja y de sus hijos. Además, es él quien se encarga de hacer los trámites para que su esposa reciba algunos medicamentos paliativos del Ministerio de Salud, que muchas veces le hacen peregrinar de un lado a otro para recogerlos.

Los pocos ingresos que genera los obtiene vendiendo calzas como ambulante en diferentes ferias de la urbe alteña.

Hay días que no gana nada, otros apenas 20 o 50 bolivianos, y cuando tiene suerte 100 bolivianos, que en su mayoría son destinados a los fármacos que necesita su pareja para aguantar el dolor del cáncer.

Su pequeño hijo, Miguel Ángel, a quién le dice de cariño “Miki” tiene síndrome de Noonan, un trastorno genético que evita el desarrollo normal en varias partes del cuerpo y fue detectado en 2016, pero en ese proceso, Margarita se enteró que tenía cáncer y el tratamiento del pequeño fue postergado por falta de recursos.

El progenitor cuenta que hace poco el pequeño comenzó a caminar y hablar. Cree que se trata de un milagro porque revela que se fueron a la iglesia de un día para otro. El niño es el pequeño guardián de su mamá postrada en la cama por la enfermedad.

“Harta pena me dan mis tres wawas, quisiera verles hasta sus 18 o 20 años, por lo menos (…). No tengo casa, nada, así no más estamos. Tal vez al año ya me van a desalojar”, dice Margarita, a quien también le aflige la situación de sus otros hijos, quienes van a la escuela y para quienes no puede comprar los materiales escolares.

El esposo de Margarita lamentó no poder dar a sus hijos lo necesario, pues por el momento apoya a su esposa en su enfermedad. En todo caso, las personas que quieran dar su apoyo pueden comunicarse al 715-94933. Los pequeños necesitan alimentos, ropas y pañales.
pagina Siete.

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