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Papeles GIEI, cuando el tío lejano tiene que poner en su lugar a los chicos malcriados

Para empezar, el informe del Grupo de Expertos NO es una sentencia ni su equivalente. Es un aporte documental para que las investigaciones legales avancen, se reconduzcan o reabran. Dichas acciones las debe realizar la «justicia» boliviana; es decir, la Fiscalía y el Órgano Judicial.

Ahora bien, esa «justicia» responde al masismo delincuente, por tanto, los papeles GIEI confirman la negligencia de esas instancias, que en dos años no pudieron avanzar en todos los casos indagados, por cálculo y manipulación política.

El GIEI llegó a Bolivia a invitación de Añez y Longaric. Ojo. Porque la transición confiaba en que ese grupo iba a confirmar la hipótesis que la violencia y muerte fue generada desde el propio masismo. Confiaban, además, en dar su testimonio para probar aquello.

No pasó así. El régimen de Arce sólo firmó el protocolo para el accionar de ese grupo y los «expertos» pasaron meses hablando con las «víctimas» y sólo con ellas. Pocos «del otro lado» fueron convocados a audiencia y es muy recordado cuando Casimira Lema fue acalllada, llamada «mentirosa» y conminada a salir del lugar por las pacíficas «víctimas» en El Alto.

No. No se descalifica a las familias que perdieron a sus seres queridos, la mayoría varones abatidos por proyectiles. El punto es que LOS BOLIVIANOS sabemos que Sacaba y Senkata no eran «marchas pacíficas», sino movimientos políticos que a excusa de «reivindicar la wiphala», salieron desde el 14 al 19 de noviembre a gritar «ahora sí, guerra civil».

¿Acaso no fuimos testigos de los saqueos, amenazas y golpisas a civiles y comerciantes?

Luego, el discurso simbólico pasó al ámbito racial. Era la defensa a la mujer de pollera, porque fue «golpeada y humillada» por los «racistas cochalas».

Octubre negro y enero negro se juntaron en un par de días. Simbolismos y resentimientos antes que hechos concretos, pero la chispa ya había sido encendida.

Ya serán dos años desde que toda la tensión preelectoral pasó a la resistencia postelectoral y luego, tras el vacío de poder, a la violencia social. Sin duda, también hubo represión estatal, pero yo no comparto los párrafos románticos del grupo de expertos.

Como los bolivianos y nuestra podrida justicia no pudimos avanzar en esclarecer cada caso y cada hecho (retardación procesal, se llama), tuvo que venir un grupo de afuera a poner un poco de orden. El tío lejano llegó a jalar las orejas de los chicos malcriados y rencorosos. Lástima que sólo habló con el más belicoso, que al final quedó como víctima y con cicatrices.

Lanchipa, un pobre eslabón de esta cadena de inoperantes, leguleyos y hasta corruptos abogados, nos viene a decir que «por la cuarentena» se paralizó todo el actuar por cuatro meses.

¡Caradura promasista, debe renunciar ya!

Hablar del Tribunal Supremo de Justicia o el Tribunal Constitucional Plurinacional es otra forma de hacer bilis. Sus antecedentes, otra vez promasistas, demuestran y confirman que confiar en esos magistrados es como dejar la casa al cuidado de un grupo de pandilleros.

Con todo, los papeles del GIEI deben quedar como constancia, casi unilateral, pero constancia al fin, de la retardación en cada caso abordado y con ello apuntar a la búsqueda de JUSTICIA, pero sin cálculo político. Si un Lima, Chávez o cualquier otro abogado del tirano nos viene a proponer los «cambios» en la justicia, será pues otra mamada plurinacional, como fue los 14 años de intromisión del bufete Arce en el Judicial y Ministerio Público.

Y como sabemos que «perro no suelta el hueso», la triste conclusión es que, a falta de justicia plena y concreta, los chicos malcriados volverán a encapricharse y a pelear hasta sacarse mucha más sangre…

Por Iván Rada

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