
El crecimiento del PIB no garantiza bienestar para las familias (parte 2)
El PIB es el indicador más usado para medir el bienestar material de la sociedad, interpretación que ahora es cuestionada por economistas, académicos y cientistas sociales. Se observa que el PIB no incluye significativos aportes no remunerados al bienestar de la sociedad pero que no se transan en los mercados, como la producción de alimentos para el consumo familiar, o los aportes al cuidado de niños y ancianos que se practican normalmente en las familias; excluye también a los grandes segmentos de actividad económica que se desarrollan al margen de la normativa formal (por las llamadas actividades “informales” o “economías subterráneas”); y, entre otros aspectos, es cada vez más criticado que el PIB no tome en cuenta los impactos ambientales ni la desaparición de recursos naturales.
Por ello, es frecuente que se pierda de vista el impacto efectivo de “la forma del crecimiento” en la realidad cotidiana de las personas y en su bienestar.
Cómo se forma el PIB
Se define al PIB como la suma (cantidades o valores) de los bienes y servicios finales producidos en el territorio durante una gestión. Por ejemplo, tomemos el caso de un taller (o una fábrica) que produce camisas. La empresa compra tela, hilo y botones, con lo que los trabajadores producen camisas –utilizando variables grados de tecnología, que luego se ponen a la venta a un determinado precio. Al final del período (día, mes, año, etc.), la empresa tendrá ingresos por la venta de las camisas producidas; si a este ingreso se le resta el costo de la tela, los hilos y los botones– que ahora son parte de las camisas, se obtiene el “valor agregado por el proceso productivo”; este valor agregado está definido por la diferencia entre el precio de venta del producto y el costo de los insumos incorporados (precio de compra de los insumos).
El valor agregado permite remunerar a los trabajadores, compensar el desgaste de máquinas (depreciaciones) pagar intereses, alquileres, generar utilidades, y pagar impuestos asociados a la producción. El PIB es la suma de todos los valores agregados que generan las actividades económicas, aunque hay diferencias: producir camisas –la manufactura en general, contribuye al PIB creando nuevos bienes mediante procesos que agregan valor al transformar los insumos y generan empleo; la remuneración a ese trabajo otorga a los hogares los ingresos necesarios para adquirir los bienes y servicios producidos; otras actividades, como el comercio, aportan al PIB porque aumentan el precio final del producto hasta la venta al detalle, pero no crean nuevos productos (“valor”): solo generan “rentas” para los comerciantes.
Por ello, mientras mayor sea el aporte de la agregación de valor y de creación de empleo remunerado a la simple generación de rentas, el PIB reflejará mejor el bienestar de las familias. En Bolivia, el PIB está fuertemente determinado por el extractivismo, el comercio y los servicios –destacando servicios financieros y administración pública- que son actividades esencialmente rentistas: no agregan valor a la economía ni contribuyen a la creación de empleo productivo.
Por último, como nadie produce para guardar su producción, podemos suponer que el valor del PIB depende de la capacidad de consumo (la demanda) del mercado interno y del externo (las exportaciones); que afectan las importaciones (que reducen la demanda de producción interna); y, finalmente, con el nivel de los ahorros que se destinan a las inversiones necesarias para tener la capacidad productiva que satisfaga las demandas, internas y externas.
Las estructuras del PIB
El esquema básico de los flujos y las relaciones del funcionamiento de una economía simple, parte de la demanda que los hogares tienen por una amplia gama de bienes y servicios; esta demanda induce a las empresas a producir los bienes y los servicios (B/S) que necesitan los hogares; para producir, las empresas invierten en equipos y maquinarias, creando empleo para operarios, técnicos, administrativos, etc.; como resultado, la economía crea los B/S que los hogares demandan, a la vez que, a través de las remuneraciones al trabajo, otorga la capacidad de compra necesaria para que los hogares absorban la producción. (Figura 1)
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Retomando la idea que el PIB es la suma de los valores agregados por la actividad económica, a partir de este esquema básico, el PIB es la suma las remuneraciones a los trabajadores (REM) y del “excedente bruto empresarial” (EBE) con el que se cubren depreciaciones, alquileres, utilidades y otros. Este PIB se denomina “a precios básicos” (PIBpb) porque considera solo los procesos al interior de la empresa. El PIB a precios de mercado (PIBpm), incluye además los impuestos y otros cargos (IMP) que se incluyen en el precio final de venta de los productos.
El PIBpm medido por los ingresos, debe ser igual al medido por el gasto: el PIBpm es también igual a la suma del gasto en consumo final del gobierno (GCFG), más el gasto en consumo final de los hogares (GCFH), más las inversiones para fortalecer el aparato productivo (denominada la “formación bruta de capital fijo”, FBKF), más las “exportaciones netas (Xn)”, que es el valor de los productos exportados (X), menos el consumo bienes importados (M) que no aportan al valor agregado nacional.
El crecimiento del PIB se traduce en desarrollo en la medida que los diferentes factores que determinan el PIB contribuyan al bienestar de las personas. Por ejemplo, como la producción requiere necesariamente de una demanda que pueda absorberla, el aumento de la capacidad productiva debe estar acompañado de mecanismos de distribución del ingreso que aseguren a los trabajadores (los hogares) la capacidad de consumo compatible con los niveles de la producción. En consecuencia, lograr aproximaciones a “equilibrios saludables” entre oferta y demanda implica, por ejemplo, que la economía asegure a la sociedad las oportunidades de acceso a empleos dignamente remunerados.
Pero si el factor dominante del crecimiento son las exportaciones de productos obtenidos mediante procesos intensivos en capital (no generadores de empleo y con bajo valor agregado) que, además, dan al Estado la capacidad de importar los bienes necesarios para satisfacer la demanda interna, el crecimiento resultante conduciría inexorablemente a una economía en la que las rentas se concentrarían –en el Estado o en sectores dueños del capital, acentuando la pobreza y la desigualdad-.
Un esquema más realista del funcionamiento básico de la economía, además del proceso básico de generación de los ingresos, considera todos los otros elementos vinculados al gasto público, las inversiones, y el comercio global a los que se destinan los ingresos. (Figura 2)
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El comportamiento de la estructura del PIB desde 1990
Hacia el 2005, el PIB boliviano era de aproximadamente 10 mil millones de dólares; en el 2016, llegaba a los 40 mil millones. Como muestra el esquema, el tamaño del PIB aumentó, pero también cambió su estructura: los aportes relativos de las remuneraciones, del excedente empresarial y de los impuestos cambiaron reflejando las políticas vigentes en cada período. (Figura 3)
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Es obvio que existen relaciones directas entre, por ejemplo, la remuneración al trabajo (el ingreso laboral) y su gasto en el consumo de los hogares; de la misma manera, el ingreso del Estado a través de las recaudaciones de impuestos, debería estar relacionado al consumo del gobierno y a la inversión pública; finalmente, aunque más difusos, deberían haber también nexos entre el excedente bruto empresarial, con una parte del consumo privado (el consumo de familias “capitalistas”), con las inversiones empresariales privadas, y con el saldo comercial no público.
¿Cómo interpretar los cambios en las estructuras de ingresos y gastos del PIB? Revisemos las estructuras porcentuales de las participaciones en el PIB de las cuentas del ingreso y del gasto para promedios quinquenales entre 1991 y 2015, y busquemos las diferencias –si las hubiera, entre los promedios del período “neoliberal”, 1990-2005, y del “proceso de cambio-MESCP” de 2006 a 2016 (último año para el que el INE publica datos de las cuentas del ingreso). (Figura 4)
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Las diferencias en las cuentas del ingreso, muestran que el MESCP se caracteriza por un fuerte aumento de las recaudaciones a costa de reducir la participación del ingreso de los empleados y de los trabajadores (además del carácter regresivo de los impuestos); por el lado del gasto, hay un ligero aumento del gasto en consumo de la administración pública y de las inversiones (en 0,4% y 1,9% PIB, respectivamente) respecto al período neoliberal, pero con una muy fuerte reducción del consumo privado en casi 11% del PIB.
En síntesis, desde 2006 el impulso al crecimiento del PIB, por el lado del ingreso, se concentró en el crecimiento de las recaudaciones tributarias; por el lado del gasto, básicamente por el aumento de la inversión pública y de las exportaciones netas, antes que en consumo privado. Pero, en las actuales condiciones y desde la perspectiva de la calidad social del crecimiento, ¿es esta estrategia sostenible, y es pertinente para reducir la pobreza y la desigualdad?
Conclusiones preliminares
¿Por qué, a pesar que la expansión nominal de la economía boliviana entre 2005 y 2015 está entre los episodios de mayor bonanza en los últimos 70 años, Bolivia se mantiene entre las últimas cuatro economías de América Latina (la menor en Sudamérica)?
El comportamiento de las estructuras del PIB ofrece algunas explicaciones. Entre 1990 y 2016, con el gasto en consumo del Estado prácticamente constante en todo el período, se redujo el gasto en consumo de los hogares, pero aumentó la inversión casi en la misma proporción. En las cuentas del ingreso, el excedente bruto empresarial permaneció también relativamente constante, pero desde 2006 las recaudaciones tributarias crecen en directa proporción a la reducción de la participación de la remuneración al trabajo.
La simultaneidad de estos dos hechos sugiere que, bajo el MESCP, el crecimiento tiene como base a la inversión pública y la exportación de materias primas, por el lado del gasto, y a la presión tributaria por el lado del ingreso. Pero, por la naturaleza regresiva de prácticamente todos los impuestos que se aplican en el mercado interno, la mayor presión fiscal ha reducido la participación de las remuneraciones en la distribución del ingreso, la que se ha reflejado en menor empleo formal y la caída del gasto en consumo de los hogares: el crecimiento habría tenido, en realidad, rasgos empobrecedores para grandes sectores de la sociedad.
¿Habrá efectos del comercio exterior en la capacidad productiva y en el consumo interno?
- Enrique Velazco Reckling es analista en desarrollo productivo y director ejecutivo de Inaset
“Por ello, mientras mayor sea el aporte de la agregación de valor y de creación de empleo remunerado a la simple generación de rentas, el PIB reflejará mejor el bienestar de las familias”.
“Entre 1990 y 2016, con el gasto en consumo del Estado prácticamente constante en todo el período, se redujo el gasto en consumo de los hogares, pero aumentó la inversión casi en la misma proporción”.
Joshua Bellott Sáenz
Economista
2/3 del crecimiento del PIB fue sólo vía precios
La composición del PIB boliviano y las “formas” que generan el crecimiento, es quizás uno de los temas poco discutidos y sin duda, uno de los más importantes.
En el artículo se aíslan algunas diferencias entre el periodo llamado “neoliberal” (1991 – 2005) y el del “modelo masista” (2006 – 2016). Una conclusión principal es que el crecimiento promovido en el país, en el último periodo, habría provocado la caída del empleo formal y el gasto en consumo de los hogares, empobreciendo paulatinamente a la población.
El análisis es claramente contrastable con la realidad, más no con el discurso gubernamental referido a un crecimiento robusto del PIB y una distribución de ingresos más equitativa. Sin embargo, según mi punto de vista, uno de los canales para este empobrecimiento, que no aborda el artículo, es la inflación, que nos muestra que 2/3 del crecimiento del PIB fue sólo vía precios.
Una inflación latente que habría deteriorado el ingreso de las familias de manera encubierta y lenta.
Aunque, la claridad con la que Enrique aborda la temática es encomiable.
Alberto Bonadona Cossío
Economista
El crecimiento del PIB no garantiza el bienestar
Es cierto que una de las víctimas económicas en los últimos años han sido las remuneraciones de los asalariados. El crecimiento del PIB, además, ni siquiera se tradujo en un aumento de las ganancias de los capitalistas del país.
Lo que efectivamente creció son los impuestos. Estos rasgos, de la economía nacional, sin embargo, no es una característica exclusiva del gobierno del MAS.
Ya se evidenció anteriormente. Lo que sí se destaca es que las variaciones en contra de los asalariados y a favor de las recaudaciones impositivas se acentúan o aceleraron desde 2006.
Lo que efectivamente se demuestra es que el modelo de los gobiernos del MAS encuentran un fuerte fundamento en el aumento de impuestos a costa del consumo de la gente.
Fuente: Pagina Siete