Tiquipaya: pese al riesgo, damnificados reconstruyen sus casas a orillas del río
Poco después de un año del aluvión que mató a cinco personas en el municipio cochabambino de Tiquipaya, los damnificados se resisten a abandonar el lugar del desastre. Pese al riesgo, reconstruyen sus casas a escasos metros del cauce del río Taquiña que el año pasado se desbordó.
La tarde del 6 de febrero de 2018, un sonido estruendoso alarmó a los vecinos del Distrito 5 de Tiquipaya. El río Taquiña acababa de desbordarse llevando consigo gigantescas piedras y grandes cantidades de lama y lodo.
El alud sepultó a 17 casas y cobró la vida de cinco personas (cuatro adultos y un niño). Afectó además a un centenar de viviendas cercanas. Los municipios cochabambinos colaboraron con víveres y maquinaria pesada; la Policía y Bomberos trabajaron en conjunto en busca de sobrevivientes y el Gobierno comprometió ayuda.
Durante semanas, incluso meses, los damnificados buscaron sus pertenencias que habían quedado sepultadas por la mazamorra. Recuperaron poco.
Las ruinas de las viviendas arrasadas el año pasado.
Seguridad y promesas
El Gobierno se comprometió entonces a reconstruir las viviendas, pese a que la mayoría se había edificado fuera de la franja de seguridad. Sin embargo, los conflictos legales para el saneamiento del derecho propietario de los terrenos y la resistencia vecinal impiden aún que se materialice aquella promesa.
La Ley Forestal prohíbe construcciones de casas a menos de 1.700 metros de distancia de una torrentera. Después del alud, la Alcaldía de Tiquipaya realizó campañas para informar a los vecinos sobre los riesgos de construir en la franja de seguridad.
Pero los damnificados se resisten a irse. Mediante voto resolutivo determinaron reconstruir sus viviendas en el mismo lugar donde el aluvión las enterró.
Página Siete visitó la zona más afectada. El cauce del río Taquiña, que desciende desde el norte de Tiquipaya y atraviesa los puentes de las avenidas Circunvalación y Ecológica, tiene fuerza, pero su nivel aún es bajo. Las orillas están rodeadas de gigantescas rocas y tierra. A simple vista da la impresión de que esos muros naturales serían capaces de contener otro aluvión, pero el riesgo persiste.
En la zona hay ruinas de al menos cinco casas. Vestigios de muros sepultados y partes de vigas sostienen el peso de lo poco que aún queda. En contraste, en el mismo lugar hay una decena de obras en plena construcción.
Allí, los camiones descargan material mientras los obreros aceleran su trabajo aprovechando las pausas de las lluvias.
Albañiles aceleran su trabajo por las pausas de las lluvias.
Los “reconstructores”
En el lado oeste del río Taquiña, a menos de 50 metros del cauce, Juan José Murga reconstruye su vivienda pese a las advertencias de la Unidad de Gestión de Riesgos de la Alcaldía.
Juan es uno de los damnificados de la riada. “No recibí ayuda, ni en dinero ni en material para esta nueva edificación y ya he invertido más de 30.000 bolivianos”, asegura.
Teme otra tragedia similar a la de hace un año, más aún por las persistentes lluvias; pero está confiado en que la Alcaldía continúe con los trabajos de dragado para prevenir contingencias.
Dionisia Fernández Castro también restaura su casa con sus propios recursos. Los siete miembros de su familia aún viven en precarias condiciones. Todos comparten un reducido cuarto y una carpa azul que hace de cocina y sala. Los dos pequeños cuartos que están en construcción aún no tienen techo.
La familia Fernández nunca vio la colaboración prometida. “Seguro no nos tomaron en cuenta porque nuestro terreno no tiene papeles al día”, dice Dionisia convencida. Es decir, no tiene derecho propietario; sólo una minuta de compra y venta.
Pero a un año de la tragedia, ya no espera la colaboración gubernamental. “Lo que ahora yo espero es que Alcaldía me otorgue las autorizaciones para legalizar mi terrenito”, dice.
Pagina siete.