Sin ser familiar, Ludmila Kundenko recibe en su casa a pareja ucraniana
Ni bien Ludmila Kundenko recibió la solicitud de acoger en su casa en la ciudad de Santa Cruz a una pareja ucraniana que escapaba de la guerra que inició Rusia contra Ucrania, ella aceptó de inmediato. Pese a no conocer a sus compatriotas, ya los sentía como parte de su familia. Como una mamá, sufrió el maltrato de las 15 horas que vivieron el sábado Oksana y Mykhailo Karpenko en Migración del Aeropuerto Internacional Viru Viru.
“Me llamaron por teléfono unos conocidos y me preguntaron si podía aceptar a una pareja en mi casa y yo les dije que sí”, contó a Página Siete Ludmila. “A partir de eso hice la invitación (…). Vivo en Bolivia desde hace muchos años y, por lo tanto, puedo recibir (invitados). Soy responsable”, agregó.
La residente ucraniana aseguró que cuando le pidieron recibir a sus compatriotas, ella no los conocía. Mientras preparaba el recibimiento de los ucranianos le llegaron algunas referencias. Por ejemplo, antes de estallar la guerra, Mykhailo trabajaba en programación de computadoras.
El día que fueron retenidos por 15 horas en Migración del aeropuerto cruceño, Ludmila estaba desesperada. Corrió a la terminal aérea, intentó sin éxito hablar con los funcionarios y rompió en llanto porque sabía que Oksana y Mykhalo vivían horas de miedo. Pese a todos los esfuerzos, no pudo evitar que los deporten en un avión rumbo a Argentina.
“Ellos estaban asustados porque no sabían qué estaba pasando (en el aeropuerto), no entendían el idioma. Luego de vivir la guerra, ellos estaban muy temerosos”, comentó la anfitriona.
Antes de arribar al aeropuerto Viru Viru, los ciudadanos ucranianos vivieron una odisea. “Es muy lejos, viajaron por mucho tiempo. Seguro cruzaron la frontera de Ucrania, no sabemos muy bien, pero les preguntaremos. Después, estando en Polonia, los dirigieron seguramente en autobuses a Alemania. Y de ese país ya pudieron comunicarse con la gente que los mandó aquí, a Bolivia”, relató Ludmila y añadió que cuando ella aceptó la solicitud de sus compatriotas, ellos emprendieron el viaje rumbo al país desde Alemania. Explicó que este último recorrido fue rápido.
Ludmila contó que desde el inicio de la guerra, miles de ciudadanos ucranianos empezaron a escapar y desde diferentes países los residentes se contactan entre sí para ayudar y recibir a sus compatriotas. “Los están repartiendo. Buscan sitios donde puedan ir, hogares que los puedan recibir porque ahorita perdieron la tierra. Es bien complicado”, lamentó.
Con la voz entrecortada aseguró que al recibir la solicitud para acoger a la pareja en su casa, ella aceptó con mucho gusto y recordó el día en que llegó por primera vez a Bolivia. “Yo fui invitada. Ellos ahora se van a quedar en mi casa. (Los periodistas) me preguntaron cuánto tiempo se van a quedar, yo respondí ‘hasta que termine la guerra’”, comentó.
Ludmila se casó con un boliviano y llegó en 1976 al país. Quedó cautivada por el cariño de la gente. “Soy una de las primeras soviéticas que ingresó a territorio boliviano para impulsar la gimnasia artística. Estuve en un principio en La Paz. Mucha gente me conoce, tuve muchas alumnas”, recordó orgullosa.
Con su arte viajó por toda Bolivia. “Soy también artista de folklore”, apuntó y señaló que hizo coreografías de las danzas de los nueve departamentos. Trabajó con varios establecimientos educativos, montó una variedad de obras en diferentes escenarios, desde teatros hasta las calles.
Hace cinco años optó por “autojubilarse” del mundo del arte. “A los 70 años decidí dedicarme a otras cosas. Desde los seis años hasta los 70 viví dentro de un gimnasio, toda mi vida”, indicó.
“Nunca pensé vivir tantos años en Bolivia, pero me quedé. Amo este país y adoro a su gente. Dios me ha permitido compartir con ustedes”, sostuvo y afirmó que los bolivianos son muy solidarios y siempre están dispuestos a ayudar a los recién llegados.
Y en los días de tormenta, Ludmila comprobó que tenía razón. Desde que se conoció el maltrato que sufrió la pareja ucraniana en Migración del Aeropuerto Viru Viru, su teléfono celular no dejó de sonar.
“Recibí mensajes bellos. Me llamaron muchas personas, organizaciones mundiales para preguntar en qué pueden colaborar a los migrantes. De otras ciudades de Bolivia ofrecieron sus casas y trabajos, quieren participar en todas las actividades de ayuda”, aseguró Ludmila, mientras preparaba todo para recibir con mucho amor en su casa a Oksana y Mykhalo, a quienes ya considera sus hijos.
Fuente: Pagina Siete