Bolivia lidera la informalidad laboral en la región: emprender legalmente se ha vuelto un lujo

El 84,2% de los trabajadores bolivianos está en la informalidad. Especialistas advierten que el sistema desincentiva la legalidad y castiga al emprendedor formal.

Negocios cerrados, persianas bajas y letreros de “se alquila” son cada vez más comunes en las principales ciudades del país. Bolivia, que alguna vez fue ejemplo de estabilidad económica, hoy lidera el ranking de informalidad laboral en América Latina. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) y de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) no dejan lugar a dudas: 8 de cada 10 trabajadores bolivianos operan fuera del marco legal.

Prensa Libre

La tendencia no es nueva. En 2005, la informalidad alcanzaba el 62,4%. Diecinueve años después, tras casi dos décadas bajo el modelo económico del Movimiento al Socialismo (MAS), Bolivia no solo no ha resuelto el problema, sino que lo ha profundizado. Las trabas burocráticas, la alta carga impositiva y la ausencia de incentivos para formalizarse han convertido al emprendedor en una figura castigada.

“El sistema económico boliviano, basado en un capitalismo estatal, ha priorizado a las empresas públicas que no generan empleo formal y que, además, compiten con el pequeño productor”, explica el economista Julio Linares. “El mensaje es claro: si te formalizas, el Estado te castiga con impuestos y trámites; si te mantienes en la sombra, sobrevives”.

En la región, Bolivia está por encima de países como Honduras (82,6%) y Nicaragua (81,8%). Al otro extremo se encuentran Uruguay (22,1%) y Chile (27,4%), naciones que han aplicado políticas concretas para reducir las barreras a la formalidad.

Para René Salomón, director de la Fundación Trabajo Empresa, el problema es también de diseño institucional. “No se puede exigir a una productora artesanal rural los mismos requisitos que a una industria farmacéutica. Bolivia aplica reglas iguales a todos, ignorando las realidades del mercado”.

Casos como el de Tommy Wende, empresario que tuvo que cerrar su cadena de comida “La Chapu”, reflejan la frustración del sector. “En vez de apoyar, el Estado te ahoga con impuestos. Mientras tú facturas hasta el último boliviano, otros venden libremente sin control ni sanción”, denuncia.

A pesar del creciente problema, el Gobierno no ha dado señales de una reforma estructural. El Ministerio de Economía no respondió a las solicitudes de información sobre posibles medidas para frenar esta tendencia.

Mientras tanto, en Bolivia, la legalidad se ha vuelto un lujo. No porque los emprendedores no quieran cumplir, sino porque el sistema les pone obstáculos en lugar de caminos. La informalidad, lejos de ser una elección, es hoy la única alternativa para millones de bolivianos.