“Hay que ser capaces de planificar y dejar de ser un país infantil”

Bolivia vive este 2019 un año electoral. En ese contexto, es previsible que el país inicie el debate de una nueva agenda pública. ¿Qué tipo de país ofrecerán los candidatos? ¿Cómo será el modelo productivo que se debe aplicar en Bolivia? ¿Es posible reemplazar el modelo extractivista por un modelo productivo diversificado? Son preguntas que requieren respuestas.

En ese marco, la Universidad Católica Boliviana (UCB) presentará este miércoles el libro Los desafíos del desarrollo productivo en el siglo XXI, en el que se reúnen 17 ponencias de expertos nacionales e internacionales en torno a la nueva agenda pública que debe encarar Bolivia.

Prensa Libre

El libro es producto de un seminario realizado en septiembre de 2017 y fue editado por Fernanda Wanderley y José Peres-Cajías. Wanderley es directora del Instituto de Investigaciones Socieconómicas de la UCB y Peres-Cajías del investigador del mismo centro.

Página Siete conversó con Walderley y también convocó a la ambientalista Cecilia Requena para que comente el contenido del libro, porque ella, quien también es docente de la UCB, será parte de la presentación del documento.

Con base en el estudio, ¿cuáles son los ejes para debatir una nueva agenda pública en Bolivia?

Fernanda Wanderley (FW): El desafío es articular tres grandes ejes, que son el medioambiente, que debe ser integrado a la forma en que pensamos el crecimiento económico, el desarrollo o cómo pensamos la diversificación productiva, de cómo pensamos superar el extractivismo. Lo otro es pensar en la justicia social, la inclusión social más allá del incremento del consumo. Entonces, hay desafíos económicos y sociales que tienen que integrarse entre sí y tienen que ser capaces de incluir el tema ambiental.
Fernanda Wanderley.

¿Cómo hacer para que estos conceptos ingresen en la agenda política, ahora que nos encaminamos a unas elecciones?

Cecilia Requena (CR): Lo ideal sería que la propuesta que desarrollemos sea como país, no sólo como los partidos políticos. Si lográramos un buen diagnóstico, eso lleva a mover el sistema hacia dinámicas deseables, que nos van sacando de los problemas más históricos que enfrentamos como el extractivismo. Es decir, si Bolivia lograra concebir una vía de progreso y bienestar que le diera a la gente la idea de una mejor calidad de vida, eso tiene que ver con inclusión social, empleo, salud, educación, lo que está conectado directamente con la capacidad de generar una diversificación productiva. La diversificación productiva va en sentido opuesto a la concentración de poder y de la renta del extractivismo. La diversificación productiva genera empleo sostenible, no ese empleo que depende de los precios internacionales ni de ningún favor político, en actividades como la gastronomía, donde los jóvenes están incorporando identidad, productos cercanos, orgánicos, suelen generar redes de productores y esto contribuye a la conservación del medioambiente y a la generación de empleos que no dependen de la renta. Esa diversificación productiva debe respetar los límites biofísicos del planeta. Pero, además, todo esto se debería conectar con una lógica descentralizada.

¿Cuál es la fórmula para salir del extractivismo? Pone el ejemplo de la gastronomía, sin embargo, son cadenas productivas marginales. El grueso de los recursos viene del extractivismo.

FW: Primero, es posible porque otros países lo están haciendo a un ritmo mucho más avanzado que nosotros. Hay alternativas tecnológicas de innovación, de educación en varios sectores, la pregunta es cuándo nos vamos a enganchar en ese tren, pero el tren ya está corriendo. Y lo aterrizaremos políticamente cuando realmente empecemos a crear consenso de criterios de viabilidad. Hoy los criterios medioambientales están todavía externos a la discusión. Entonces, la propuesta es cómo podemos sostener la generación de riqueza que no sea dependiente de esos círculos de los precios de las materias primas que nos tienen estancados. Los países que lograron superar el extractivismo se tomaron como 30 años. Hay muchos países que han dado el salto, aunque con un gran costo ambiental; entonces aquí hay algo que aprender. Hay que pensar en un crecimiento no de corto plazo y después está el tema de la inclusión social. Vamos a poder hablar del “milagro boliviano” cuando efectivamente la inclusión social sea sostenible, que el crecimiento no sea dependiente de los precios internacionales y cuando efectivamente estemos con una matriz productiva que conserve la biodiversidad, que no esté en ese proceso tan acelerado de contaminación de los ríos y de los suelos. Hay que incluir esas métricas y pensar una transición, que no es maximalista, no vamos a salir del extractivismo de la noche a la mañana, pero tenemos que ser capaces de construir un proyecto político que piense el corto, el mediano y el largo plazo. Tenemos que ser capaces de planificar y dejar de ser un país infantil. Parecemos adolescentes porque siempre estamos en aprendizaje. Cuando nos planteamos cuál es el sector que va a sustituir (a las materias primas), la respuesta es que ningún sector va a poder sustituir las rentas que recibimos, sino que va a ser un conjunto de actividades. Costa Rica es un ejemplo fantástico de cómo están con ese nuevo chip, es un chip político y de construcción de consenso social, donde están apostando por varias actividades, pero desde sus recursos naturales, con el turismo ecológico y un conjunto de actividades que se complementan. Entonces, la educación también debería estar orientada a eso.

Sin embargo, el país y el sistema político parecen alejados de ese cambio de chip.

CR: Yo soy un poco más optimista, tengo la impresión de que parte de la sociedad, especialmente los jóvenes, quienes están viendo las limitaciones del modelo actual, porque no tienen empleo, tienen una visión diferente. De qué les sirve que el estado sea riquísimo y ellos no tengan empleo. Por eso, creo que estamos en un excelente momento para plantear estas cosas. Además, hay que hacer notar que el extractivismo en Bolivia se ha asociado a un modelo autoritario de ejercicio de poder porque ha concentrado la renta en un estado central y la ha utilizado de manera clientelar para ampliar su poder y perpetuar el poder. Respecto a la pregunta de si es posible, es posible porque podemos soñar. Lo que es inviable es la continuidad, no nos queda otra que cambiar de manera responsable porque ya estamos con varios problemas, como los que he señalado, y podríamos tener problemas adicionales por la bajada de precios internacionales. Ya que Fernanda ha hablado de Costa Rica, hay que decir que tiene unos ingresos similares a todas nuestras exportaciones de materias primas gracias el ecoturismo, y es un país que es la mitad de Bolivia, sus parques nacionales no se comparan a los de Bolivia y ha tenido un ingreso en 2018 de aproximadamente 3.000 millones de dólares. Bolivia tiene condiciones fantásticas para eso y quiero reforzar la idea de que una economía saludable es una economía desconcentrada. En el caso de Tarija serán los espárragos, el vino, quesos, jamón, ruta del vino, turismo. En el caso del TIPNIS será el cacao orgánico. Lo que afirma el libro, es que la economía para ser sostenible tiene que ser adaptada a la eco región, las soluciones desde el estado central no son sostenibles.
Cecilia Requena.

¿No creen que Bolivia pueda identificar una vocación productiva, tal como ocurrió con el turismo en Costa Rica? Eso, para no dispersar recursos.

FW: Costa Rica es mucho más pequeña y ecológicamente menos diversa que Bolivia, entonces, hay un tema del turismo que es central, pero es un cambio de chip. Sí, creo que hay que ir hacia ciertas priorizaciones, pero esas priorizaciones no tienen por qué ser concentradoras. Por ejemplo, el turismo podría ser una actividad que pasa por todo el país. Es un desafío el cambio de chip y la descentralización. Creo que el gran desafío de estas elecciones y de las próximas es ese cambio, o sea, que podamos apoyar y mejorar en el debate público o desnaturalizar ciertas ideas que están tan arraigadas como la que indica que el extractivismo está aquí para quedarse y que la posibilidad de transición energética o de transformación productiva en todos los campos es un sueño no alcanzable. La otra idea muy naturalizada es el falso dilema de desarrollo o conservación, por lo que el costo del desarrollo es la naturaleza.

Si están tan profundamente arraigadas, ¿qué posibilidades hay de que los candidatos actuales sintonicen con estas propuestas?

CR: Ocurrirá si es que entendemos que en el fondo no tenemos otra alternativa que iniciar las transiciones hacia una economía viable. No es una alternativa, no es opcional, no nos queda otra, no sólo por los problemas económicos y democráticos de los que hemos hablado, sino ecológicos, no sólo nacionales, sino globales. Lo que necesitamos es un liderazgo acorde a esa situación y eso no es nada fácil, pero creo que hoy la sociedad, por el cambio demográfico y por la organización, está más lista que antes para aceptar ideas innovadoras. Necesitamos un liderazgo que sea capaz de contribuir a lo que Fernanda llama un cambio de chip, que es un cambio no sólo de visión, sino también de valores.

FW: Hemos estado viviendo ese boom de tener muchos recursos, entonces, una buena pregunta es qué hicimos, cómo hemos aprovechado y si hemos aprovechado en la dirección correcta. Respecto a la producción de alimentos principalmente verduras, legumbres, huevo, carne, proteínas, etc., el futuro está en la producción mediana pequeña; no en el monocultivo con agrotóxicos, además tiene que ver con la salud.

Más allá del candidato que tome estas ideas, hará falta un acuerdo nacional porque el MAS, que ha sido extractivista, seguirá teniendo peso político.

CR: Hay un artículo muy interesante en el libro, que habla exactamente del acuerdo político, es de George Gray Molina. Esto no tiene viabilidad real si es que no tienes unos mínimos acuerdos con las élites. Por eso, yo creo que la palabra transición es muy importante porque te da la tranquilidad de “no se bota todo irresponsablemente al tacho de hoy para mañana”. Se puede demostrar con datos muy concretos que el modelo de monocultivo de la soya, por ejemplo, está generando un empobrecimiento del suelo, que baja la productividad y que depende, además, de la deforestación. Ese modelo ya no puede continuar indefinidamente, se puede razonar con alguien del sector soyero para ir haciendo una transición hacia productos más sofisticados, con mejor precio.

¿Cómo está Bolivia en comparación a los países vecinos en este desafío?

FW: América Latina es una región que tiene una fuerte dependencia de la exportación de recursos naturales. En este periodo de boom, todos nosotros hemos vuelto a depender más, pero Bolivia concentró más que otros países porque tenía una estructura menos diversificada. Bolivia es uno de los países con menos desarrollo de capacidades productivas más diversas y en el periodo del boom eso retrocedió más aun. Perú, Colombia, Chile o Brasil tienen una capacidad porque fueron aumentando sus capacidades productivas hacia otros servicios, mejoraron su productividad y su propio desarrollo tecnológico, nosotros no. Todos somos extractivistas, pero no somos todos extractivistas del mismo grado y la misma intensidad. La novedad es que ahora la diversificación tiene que ser sustentable ecológicamente y tiene que ser inclusiva.

CR: Creo que no es tan difícil ponerse de acuerdo ni siquiera con militantes y o simpatizantes del MAS, diciéndoles, por ejemplo, que necesitamos producir más alimentos, necesitamos que esos alimentos sean sanos, necesitamos energía más barata en lugares como el Beni, necesitamos más empleo juvenil, necesitamos más opciones productivas, son ideas que tampoco son polémicas. Lo más importante es decir que no podemos ir por donde estamos ahora por tales y tales razones y más bien necesitamos estas otras cosas y a partir de ese acuerdo que puede ser electoral y ojalá más tarde sea nacional, uno empieza a trabajar. Al mismo tiempo que lo veo difícil no lo veo imposible.

¿Existe un modelo alternativo para encarar el tema del medioambiente? El país se quedó sin nada luego de que se echó por tierra los temas que se habían avanzado, como los derechos de la Madre Tierra. ¿Cómo se puede encarar este tema? ¿Y cómo están los otros países de la región al respecto?

FW: En términos de construcción de institucionalidad, los otros países están mucho mejor que nosotros. En la región, los mejor ubicados son Uruguay y Costa Rica. En Brasil hubo un avance, pero ahora hay un retroceso total. En el caso de la región andina eso es bastante desigual, Bolivia ha avanzado, en ciertas normativas, pero no se han aplicado.

CR: La Ley de la Madre Tierra no se aplica, pero si se aplicara, tendríamos algo interesante.

¿Entonces se trataría de tomar la palabra en el tema del medio ambiente y empezar a aplicar lo que ya existe?

FW. El problema grave es que Bolivia ha avanzado discursivamente y también normativamente, pero se ha hecho todo lo contrario en lo práctico y eso es también lo perverso de la historia.