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Venta, flete y confecciones de disfraces, un negocio en ruinas

Recordemos que, en marzo de 2020, con la llegada de la Covid-19 a Bolivia, las autoridades prohibieron entradas festivas, carnavales, desfiles cívicos, etc. Asimismo, se suspendieron las clases en colegios privados, fiscales y de convenio. De esta manera, se evitaría la concentración masiva de personas.

Es en este sentido que nos dirigimos a la calle Lanza y Uruguay de la ciudad de Cochabamba. Antes se podía observar en ese céntrico lugar diferentes tiendas con una variedad de colores en trajes típicos, disfraces, entre otras cosas. Actualmente, algunas de las casetas permanecen cerradas.

Esmeralda Gamboa, dueña de Artesanías Esmeralda, comenta que se inició con este comercio a los siete años. “Ayudaba a mi mamá mientras aún estaba en la escuela”, dice. Es así que ella conoce el rubro de disfraces desde 1992. De esta manera, Gamboa considera que es de mucha importancia la venta que realiza porque es el sustento de su familia y de su tienda, la cual le llevó años consolidar.

La venta alta de disfraces eran en días festivos como el 23 de marzo, 27 de mayo, 6 de agosto, 14 de septiembre, entre otras fechas conmemorativas. La mayoría era venta para horas cívicas en los colegio. Sin embargo, también vendían para entradas festivas, en carnavales, cumpleaños infantiles, disfraces en Halloween, etc.

Esmeralda indica que a causa del conflicto político de 2019 y la pandemia desde 2020 la venta cambió “terriblemente”. “Nos dejó sin nada de venta. Estamos con deudas en el banco. Nos quedamos con mercadería en stock. Vamos por un año entero y más que no tenemos nada generado por ingresos; sólo luchamos con las deudas de luz, agua y en mi caso alquiler de la tienda patente de la caseta”.

Por otro lado, menciona que durante este tiempo buscó la manera de “innovar” con su negocio de comercio. “Por ahora me dediqué a la venta de barbijos, dulces, peluches. En algunas ocasiones como el Día de la Madre (vende) globos, regalos y tarjetas”.

Paralelamente, manifiesta que la “idea” de cerrar su tienda ha estado “muy latente”. Sin embargo, considera que es el negocio de toda su vida en el que tiene invertido no sólo todo el capital posible e incluso hasta deudas con toda la mercadería nueva que quedó sin ser utilizada ni comercializada. “Nadie en esta situación compraría el negocio ya que está totalmente paralizado y no podría dejar de lado el esfuerzo de tantos años”. Actualmente, lucha por sobrellevar día a día las deudas e ir poco a poco subsanando.

Finalmente, pide al Gobierno que les brinde alguna opción de ayuda para salir adelante ante la situación, ya que se encuentran “totalmente perjudicados”. Asimismo, pidió a los ciudadanos que tomen las medidas de bioseguridad necesarias para que se pueda “hacer frente” a la pandemia y juntos salir adelante más por la necesidad económica que les invade en este momento. “Estamos desesperados por salir de esto (pandemia)”.

Por otro lado, también existen las personas que se dedican a bordar trajes para fraternidades, vestimenta para diferentes Santos y Vírgenes; estandartes, entre otros trabajos. Es en este sentido que nos dirigimos a la calle Nataniel Aguirre y Punata. Años anteriores en esa cuadra existían al menos diez tiendas que ofrecían realizar bordados. Actualmente existen cinco, ya que las otras fueron cerradas.

María Vargas, quien trabaja en Bordados Mágico Encanto, comenta que se dedica a “embellecer las telas” hace nueve años. “Cinco años trabajando con alguien más y hace cuatro años me independicé”, menciona. Vargas considera que este rubro es “como una colaboración” para las personas que necesitan. Por ejemplo, clientes que quieren hacer ropa para las imágenes religiosas, estandarte o bandas para alcaldes o concejales. “Yo pienso que somos como cualquier otro negocio que complementa a la sociedad”.

Indica que desde el conflicto político de 2019 el rubro está afectado. Fue “muy fuerte” para ellos porque los bordados son un negocio que generalmente su base “es la gente”. “Ahora, con la pandemia peor. Actualmente, quedamos pocos sobreviviendo y apenas porque no hubo fiestas. Estamos trabajando para sobrevivir el día a día, ya no para ganar”, señala, afirmando además que innovó su actividad confeccionando barbijos.

Vargas confiesa que alguna vez sí pensó en cerrar la tienda. Sin embargo, es la única fuente de ingresos en su familia. “Nos queríamos dedicar a otros negocios, pero tenemos familiares con enfermedades de base. Entonces, tenemos que cuidarlos y no podemos arriesgarnos”. Dice que ella se hubiera “arriesgado” como otras personas que incluso las admira, pero debe cuidar a su familia. Manifiesta que no sabe qué pedirle al Gobierno ya que “nunca ha velado por el sector”.

“Ningún Gobierno ha dicho mira ‘cómo está afectado este negocio’. Pedirle algo sería insulso para mí. Es como pedirle al aire. Los bonos tampoco nos sirven, te ayudarán en una mínima parte nomás”, lamenta.

Los Tiempos

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